La competencia entre ciudades como motor de la libertad

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

«(…) En un sistema descentralizado, las minorías ideológicas o de estilo de vida pueden encontrar refugio en jurisdicciones que se adapten a sus valores, yendo hacia ellas si así lo consideran mejor.«

Oriana Aranguren

La filosofía política se centra, en última instancia, en el modo en que se debe organizar la sociedad y, desde tiempos modernos, la tensión entre el individuo y el poder del Estado, donde la libertad ha sido, en esencia, la búsqueda de límites a la coacción arbitraria del poder. En este sentido, en nuestro tiempo este debate encuentra un nuevo paradigma que merece consideración en el debate público, a saber: la competencia entre jurisdicciones locales, que, básicamente, son confederaciones —aún más radical y local que las federaciones—. Y ésta merece considerarse precisamente por alejarse de la narrativa de la soberanía nacional y mostrarse como un escenario que expande la libertad individual, en la medida en que la idea ciudades y municipios que compiten entre sí por atraer residentes y capital mediante la reducción de impuestos, la desregulación y la provisión eficiente de servicios, actúan como un bastión contra la uniformidad impuesta por los gobiernos centralizados.

Lo cierto es que el régimen de confederaciones podría ser un mecanismo observable y robusto para fomentar el bienestar y la autodeterminación de las localidades, y es precisamente sobre ello que pretendo hablar en este texto, argumentando que el confederalismo, delineado por la competencia jurisdiccional, manifestaría políticas fiscales más atractivas, una desregulación inteligente y, de ameritarlo el caso, una provisión eficiente de los servicios públicos, fungiendo como mecanismo para disciplinar al Estado, llevándolo a la mínima expresión —o servir de camino para eliminarlo por completo, si gusta a los libertarios más radicales—, y fomentar la innovación, maximizando la libertad y, con ello, empoderando al ciudadano. Vamos a ello.

Breve paso por los fundamentos teóricos: el voto con los pies y la disciplina del mercado político

Para empezar, he de señalar que el andamiaje intelectual que sostiene este argumento fue articulado de manera seminal por el economista Charles Tiebout en su ensayo de 1956, “Una teoría pura de los gastos locales”, en la que el autor propone un modelo revolucionario en el que el ciudadano no es un mero sujeto pasivo de las decisiones gubernamentales, sino un “consumidor-votante”, es decir, alguien con “consume” en una localidad y puede incidir con sus elecciones en ella a través del “voto”. Partiendo de ello, sostiene que en un sistema con múltiples jurisdicciones locales, cada una ofreciendo una especie de “paquete” distinto de bienes públicos —seguridad, educación, parques— a un “precio” determinado —que serían los impuestos locales—, los individuos pueden “votar con los pies”, es decir, revelan sus preferencias y maximizan su utilidad eligiendo la comunidad que mejor se alinea con sus deseos.

En su momento, Tiebout observó una diferencia fundamental entre los bienes privados y los bienes públicos, encontrando que en el mercado los individuos revelan sus preferencias directamente a través de sus compras, por lo que, si prefieren un producto sobre otro, lo compran, enviando una señal clara a los productores —a través del sistema de precios, como indica la Escuela Austriaca de Economía—; sin embargo, con los bienes públicos proporcionados por un gobierno central —seguridad, justicia, política monetaria, salud, educación, entre otros— la revelación de preferencias es casi imposible, porque el ciudadano se ve obligado a aceptar el “paquete” completo de políticas, le guste o no.

Por otro lado, hemos de considerar a la escuela de la Elección Pública (Public Choice), que es una corriente que aplica el análisis económico a la política, desmitificando la noción del “interés público” y tratando a los políticos y burócratas como lo que son: actores racionales que, al igual que los individuos en el mercado, buscan maximizar sus propios intereses —poder, presupuesto, prestigio—, lo cual se integra perfectamente con el concepto de Tiebout y nos lleva a la conclusión de que, en un sistema centralizado y monolítico, estos actores enfrentan pocos incentivos para ser eficientes o responder a las necesidades ciudadanas, dado que el coste de la “salida” —emigrar del país— es extremadamente alto, si acaso no imposible, y la “voz” —el voto— es a menudo demasiado difusa para generar cambios significativos.

De lo abstracto a lo concreto: la lógica del mercado en la política

Con esto en mente, e integrando las ideas, podemos comprender por qué, entonces, el régimen de confederaciones es mejor para sus ciudadanos: porque se adapta más fácil a sus necesidades y está mediado por la competencia, el mercado. Así, si una ciudad impone una carga fiscal excesiva para los servicios que ofrece, o si sus regulaciones ahogan la iniciativa personal, sus residentes más móviles —y con ellos, su base impositiva— simplemente se mudarán a una jurisdicción vecina más atractiva, lo cual, siguiendo la lógica de “mercado” —mercado político institucional—, crearía un contrapeso o unos incentivos que llevarían a las jurisdicciones locales a mantener sus servicios y sus precios atractivos para los ciudadanos, incentivando, a su vez, la empresarialidad de cada uno.

Así, la lógica del mercado se traslada al modo en cómo se organizan las jurisdicciones locales y que cada persona, en libertad, decide entre las opciones que tiene —más opciones—, siendo en sí mismo un acto de elección transforma la relación entre el ciudadano y el gobierno, porque éste deja de ser un monopolista ineludible para convertirse en un proveedor de servicios en un mercado competitivo —es aquí donde se introduce una disciplina de mercado en la esfera política porque transforma la relación entre el ciudadano y el gobierno local en algo más parecido a la relación entre un cliente y una empresa, siendo el gobierno local el que debe ganarse a sus ciudadanos cada día, y no al contrario, y mucho menos esperando la cantidad de tiempo que pretenden imponérseles en estos Estados modernos “democráticos”, donde se pretende alcanzar un cambio solo en época de elecciones—.

En este marco, si una administración municipal se vuelve ineficiente, corrupta o impone una carga fiscal desproporcionada en relación con los servicios que ofrece, arriesga un éxodo de sus “clientes” más valiosos: los contribuyentes y las empresas. Y todo ello es gracias a que las localidades se verían en la obligación de competir entre sí en el campo fiscal —alto o bajos impuestos, qué tipo de impuestos, por qué y para qué—, regulatorio —si son onerosas, si hay mucha burocracia, si son arbitrarias, entre otras cosas a considerar, y en la eficiencia para la provisión de servicios —en los que incluso se puede demandar que sean suministradas por empresas privadas, o que el sector público compita con el privado en un plano de “igualdad”—.

Para ilustrar el punto: imagine una persona que valora enormemente los parques y las bibliotecas, pero le importa menos el pago de impuestos, pues, él podría mudarse a una ciudad que tribute más a cambio de los excelentes servicios que le gustan; o piense en un joven emprendedor que prioriza mantener la mayor parte posible de sus ingresos para reinvertir en su negocio, éste podría elegir un municipio con impuestos mínimos, aceptando a cambio un nivel más básico de servicios públicos.

Si bien, para apreciar plenamente los beneficios de la competencia local, es útil contrastarla con el modelo de gobierno centralizado.

En contraposición al poder concentrado

Un Estado central, por su propia naturaleza, es monopólico, concentra todo el poder e impone una uniformidad a todo el territorio: mismas leyes, mismos impuestos, mismas regulaciones —o con más o menores cambios para ciertas localidades, pero para nada adaptativo, dinámico, a la rapidez en que sí lo haría el régimen de confederaciones— para poblaciones muy diversas, como si se intentara poner una misma talla de zapato a toda la población. Este hecho, ignora una de las ideas más profundas del pensamiento económico popularizada por Friedrich Hayek: el problema del conocimiento, es decir, el hecho de que ningún planificador central puede poseer en todo momento, en todo lugar, a cada instante, el conocimiento disperso y tácito sobre las necesidades, preferencias y condiciones específicas de cada comunidad local.

Asimismo, dicha uniformidad impuesta ahoga la experimentación, el aprendizaje por ensayo y error, y mata la capacidad de adaptación de la sociedad entera, puesto que, por ejemplo, si una nueva política resulta ser un fracaso, sus consecuencias negativas se extienden por toda la nación. En contraste, si contamos con un régimen de gobierno descentralizado, que funciona como una especie de red de “laboratorios de políticas” —por decirlo de alguna manera—, el mal solo se extendería a la localidad, y los mismos tendrían mecanismos para solucionarlo de forma rápida y efectiva. Así, aquellos experimentos exitosos pueden ser emulados por otras ciudades, mientras que los fracasos quedan contenidos localmente y sirven de lección para los demás —lo cual constituye un proceso evolutivo de ensayo y error que es fundamental para el progreso social y es, de hecho, lo que dio paso a la civilización y al progreso a lo largo de la historia del ser humano—. Todo ello es y sería imposible bajo un régimen centralizado

Se soluciona el problema de volumen de la Democracia

En adición, la consecuencia más profunda de este modelo competitivo es la expansión del ámbito de la libertad individual a través de la multiplicación de las opciones de vida, que se contrapone a la lógica de la sociedad uniforme, impuesta por un gobierno centralizado, que es inherentemente liberticida en cuanto asume que una única solución es adecuada para millones de personas con valores, preferencias y aspiraciones diversas.

En primer lugar, la confederación protege contra la “tiranía de la mayoría”: en una democracia nacional, una mayoría del 50% más 1 puede imponer sus preferencias culturales, morales y económicas a todo el país. En un sistema descentralizado, las minorías ideológicas o de estilo de vida pueden encontrar refugio en jurisdicciones que se adapten a sus valores, yendo hacia ellas si así lo consideran mejor; pero en un sistema centralizado, se disminuyen esas opciones y, si cabe la observación, costaría más a las personas alinearse con aquellas que considere mejor. En definitiva, un sistema de comunidades que compiten entre sí hace que se pueda apreciar un mosaico de comunidades, en donde, por lógica, cada una sentiría más sentido de pertenencia por lo suyo, llevando, incluso, a proteger mejor su entorno.

Además, las comunidades, al ser más pequeñas y estar próximas a sus problemas, podrían elegir mejor a sus lideres para solucionarlos, organizarse y afrontarlo juntos, autodeterminándose como localidad, y sin esperar que alguien sentado en el palacio de gobierno, a quienes probablemente ni conocen, ni conocerán en persona, decida por su futuro. En este sentido, las políticas públicas serían más manejables, responderían a casos concretos, según la necesidad local, por lo cual nos encontraríamos con algo paradójico: no habría nada más democrático que el régimen de confederaciones.

Respondiendo a posibles objeciones que rozan lo absurdo

Ahora bien, en este punto alguno podría decir que el modelo no está exento de críticas, aludiendo a, por ejemplo, la idea de que la competencia fiscal obligaría a las ciudades a recortar drásticamente el gasto social, las protecciones medioambientales y los servicios esenciales para atraer capital, perjudicando a los más vulnerables. Sin embargo, aun suponiendo que tal riesgo exista, se estaría subestimando la complejidad de las preferencias de los ciudadanos y del mismo proceso social para dar solución a ello, en la medida en que se ignoraría que las empresas de alto valor y los trabajadores cualificados no se sienten atraídos por páramos contaminados con servicios públicos inexistentes, altas tasas de criminalidad y baja calidad en el talento humano; al contrario, buscan calidad de vida, seguridad, un buen ambiente, ocio y buenos talentos —la competencia, por tanto, no es simplemente por ser el más barato, sino por ofrecer el paquete de valor más atractivo—. Además, parecen olvidar que cuando hay lazos fuertes en la comunidad, la misma tiende a ser generosa para con sus miembros, por lo cual, aun si se elimina por completo los planes sociales, queda en entredicho que sean cosas que solo pueda suministrar el sector público.

Una segunda crítica que se podría recibir es que existe el potencial de agravar la desigualdad y la segregación, argumentando que los ricos se concentrarán en enclaves exclusivos con servicios de primera calidad y bajos impuestos, mientras que los pobres quedarán atrapados en municipios con una base fiscal erosionada e incapaces de proveer servicios básicos. No obstante, nuevamente, se ignora la complejidad del proceso social. En principio, ¿La solución debería pasar por eliminar la competencia? ¿Acaso no tenemos muchos de esos problemas bajo el régimen actual, pero vistos en muchos más campos? Quien haga esa critica debería criticar el mismo sistema centralizado que pretende defender. Si bien, reparando un poco en la posible objeción, se podría establecer un marco adecuado para que ciertas funciones locales, como una red de seguridad social básica o la garantía de ciertos derechos fundamentales, que pueden seguir enmarcadas por la competencia y no necesitarían de un nivel superior de gobierno —estatal o federal— para llevarlas a cabo.

El objetivo de la confederación no es la atomización total, sino un sistema robusto donde cada nivel de gobierno se especializa en lo que hace mejor, retroalimentándose y compitiendo entre sí. A la larga, todos esos problemas tenderían a desaparecer, o a tratarse de una mejor forma, tal y como la misma historia humana ha mostrado en cómo el proceso de mercado da solución, más temprano que tarde, e dichos problemas. De hecho, para los menos radicales —que no es mi caso—, se podría considerar que la competencia local coexista con mecanismos de redistribución fiscal a un nivel superior que pretendan garantizar un suelo mínimo de servicios para todas las comunidades, sin anular los incentivos para la buena gestión local —aunque, dejando que me gane mi radicalización, eso mismo podría coexistir con mecanismos de aportes voluntarios a nivel nacional en el que el sector privado se encargue de administrarlo para ayudar a la mayor cantidad de personas posibles; podría, incluso, haber competencia entre esas administraciones privadas. Todo ello solo necesitaría de un marco legal respetuoso con la libertad, de sentido común, para regular sus actividades, buscando siempre que todas las partes salgan beneficiadas.—.

Conclusiones: la libertad y el régimen de confederaciones

Si bien es cierto que la competencia entre ciudades podría no ser la panacea para la libertad que algunos persiguen —¿Qué lo es?—, también es cierto, sin duda alguna, que sí es un mecanismo extraordinariamente eficaz y a menudo subestimado para promover la libertad individual y el bienestar de la colectividad, pues transforma al ciudadano de un súbdito pasivo en un consumidor-votante con la capacidad real de elegir el entorno político y social que mejor le convenga, en asociación con su comunidad, por lo cual se invierte la dinámica de poder tradicional. Asimismo, el gobierno se ve forzado a servir al individuo, y no al revés, porque la presión de la competencia fiscal limita el afán recaudatorio del Estado, la competencia regulatoria libera la energía creativa del emprendimiento y la competencia en servicios fomenta una administración pública eficiente e innovadora.

En contraste con esa uniformidad asfixiante y la ineficiencia inherente de los gobiernos centrales, en donde prima la corrupción y se tiende a tratar a los ciudadanos como piezas intercambiables en un gran plan nacional, la multiplicidad de jurisdicciones que compitan entre sí ofrece un camino hacia una sociedad más libre, diversa y próspera, permitiendo la coexistan de múltiples visiones sobre la vida, y empoderando a los individuos para que elijan la suya.

De hecho, el fortalecer la autonomía local y fomentar la competencia entre nuestras ciudades se vuelve un imperativo moral para cualquiera que valore la libertad humana, puesto que estamos en una sociedad en donde la intervención estatal parece haber fatigado la democracia y la misma participación ciudadana, y eliminando junto con ello el sentido de pertenencia de los miembros de la sociedad, que esperan que sea el ente regulador quien venga a solucionar sus problemas, en lugar de convertirse en sujetos proactivos comunitarios para hacer lo propio[1]. Por ello, la reinvención del concepto de organización social, partiendo de la lógica de mercado —mercado comunidades—, donde prima la diversidad en cada aspecto de la vida en sociedad, es, en última instancia, una de las manifestaciones más tangibles de la soberanía del individuo en el siglo XXI.


[1] Al respecto, ver: Oriana Aranguren. 2025. La fatiga de la democracia: ¿Estamos perdiendo el interés en la participación cívica por exceso de Estado?. Publicado en ContraPoder News. En: https://contrapodernews.com/la-fatiga-de-la-democracia-estamos-perdiendo-el-interes-en-la-participacion-civica-por-exceso-de-estado/ (Consultado el 26 de junio de 2025).

Los inmorales del cambio: actores antidemocráticos que claman por Democracia

Por Roymer Rivas, escritor venezolano, teórico del Creativismo Filosófico.

Venezuela pasa un momento convulsivo, donde millones se llenaron de esperanzas de un cambio de la mano de María Corina Machado (MCM), junto a todos los políticos de siempre, que vienen vendiendo el mismo cambio desde hace por lo menos 23 años. Empero, contrario a lo que sostienen muchos, estos actores políticos que son protagonistas en el presente no cuentan con algo verdaderamente significativo que pueda causar un punto de quiebre en el régimen venezolano.

Sí, MCM ha dejado en manifiesto el gran fraude del régimen chavista, pero aún no han entendido que los barbaros no entienden más que de garrotes —o lo entiende, pero no tiene como más afrontarlo y apela irresponsablemente a la repetición de procesos—. ¿¡Qué carajos valen unas actas que, aunque verdaderas, toda la maquinaria estatal al servicio del chavismo no acepta!? En esta condición, sin más que apelar a evidencias de la verdad y legalismos, han dejado solo en las calles a miles de venezolanos que han decidido salir a manifestar su rechazo a la dictadura. Nada nuevo, en esencia. No hay nada concreto; se está cifrando la confianza en acciones que se han mostrado fracasadas en el pasado y no hay diferencias en las circunstancias que indiquen que esta vez vaya a ser diferente. Mientras tanto, muchos mueren.

Lo cierto es que las fichas con las que parece contar MCM hasta el momento están jugadas todas —al menos que tenga un plan super secreto que nadie conozca, plan al que muchos esperanzados apelan, pero del que no hay algún vestigio de prueba alguna de su existencia—. Pero, lo cierto es lo siguiente: (i) no hay canalización de las protestas, sino distintos focos de manifestaciones espontáneas sin más fin que demostrar su rechazo, pero no para conseguir armas, o un cuartel, o rodear Miraflores, o hacer un paro nacional de manera pacífica, nada; (ii) aún si las protestas fuesen canalizadas, no se cuentan con las armas suficientes para luchar.

Entonces, ¿Cómo se pretende derrocar a una dictadura así? Para el mal de muchos, objetivos sin planes son solamente deseos que tienen pocas probabilidades de alcanzarse. Ha sido una irresponsabilidad total de MCM permitir que miles salgan a las calles sin tener al menos la seguridad de que eso formaría parte de algún plan objetivamente coherente que apunte a la inflexión. Y fíjense que no estoy diciendo que no es necesario protestar, alzarse contra los tiranos, sino que toda acción que responda a la improvisación impetuosa no puede aspirar a más resultado que el fracaso, uno manchado de sangre de víctimas de un régimen.

Muchos se molestan con quienes resaltan los hechos, están enceguecidos por esperanzas infundamentadas, esperando que haya un levantamiento militar interno, que haya una intervención extranjera, que Dios meta sus manos para ayudar a Venezuela, o una mezcla de estos escenarios —poco probables en este momento—. Así, en su ingenuidad, mandan a callar a quienes difieren de su posición, argumentando una supuesta inacción del otro, pero, aún si eso fuese cierto, no reparan en que ellos tampoco hacen algo relevante, que realmente se pueda traducir en la caída del régimen. Entonces, si ha de darse entrada al minusválido argumento: “Tú no haces nada, no hables”, inclúyanse en la petición, hay que callarse la boca todos.

Es más que lamentable que muchos, “con la excusa de hacer algo, no ven que a veces no se trata solo de “hacer”, sino de “qué es lo que se hace”; ser útil no significa hacer lo que sea, sino hacer lo que se requiere. Ya va siendo hora de dejar de creerse parte de una solución cuando no es el caso. Luego de un cuarto de siglo deseando “ganar elecciones en tiranía”, sin mayores resultados más que la miseria en represión, véase como parte del problema y no como la solución.”[1]

Es más, puesto que les gusta ponerse como autoridades morales a los que no se les puede criticar nada, permítanme hacer comparaciones y decirles que cuando aquellos que me manden a callar hayan sido buscados por el SEBIN, llevando, junto a otros acontecimientos, a tener que salir del país de manera clandestina para que las aguas se enfríen y no exponer la seguridad de la familia; cuando se la pasen construyendo país en las aulas de clase o en espacios donde se hable con la gente, apelando a la concientización del futuro del país, para comprender mejor nuestro entorno, aun cuando las creencias que profesas no son del agrado del régimen y te exponen a ser nuevamente buscado y encarcelado por supuestamente “promover el odio” o el “fascismo”; o cuando siquiera hagan algo más que salir a votar cada cierta cantidad de tiempo, porque así se los pide el sistema y “es lo único que se tiene”; pueden venir a callarme la boca. Si hemos de hablar de “hacer cosas” por cambiar las circunstancias y usarlo como regla moral, entonces la gran mayoría de ustedes siquiera podrían mirarme a la cara, menos decirme que me calle, ni a mi ni a quienes hacen algo de eso, o incluso más. ¡Quédense con eso, ególatras ingenuos! No son más que inmorales que promueven espejismos de cambio; ustedes son los mismos que dicen luchar contra la opresión, pero no escatiman en acallar o arremeter contra aquel que piense distinto a ustedes, independientemente de los argumentos. Son los inmorales que quieren una transición a la democracia, pero en su interior tienen el mismo virus antidemocrático que nos hizo llegar adonde estamos.

Volviendo al tema, miles han sido encarcelados, asesinados, amedrentados de una u otra forma, en vano —hasta el momento—, ¿Y piden que todavía confíen en medios espurios para un cambio? Yo pregunto: ¿Por qué se tienen que esperar las épocas electorales para vislumbrar un cambio? ¿Por qué se sigue jugando al juego democrático contra una dictadura? La clase política venezolana y sus seguidores deben asumir la culpa por muchas de las cosas que estamos viviendo ahora, empezando por reconocer el escenario y no esperar algún momento del futuro lejano para coordinar fuerzas en busca de un verdadero cambio. De hecho, todavía pueden reivindicarse y aprovechar todo el movimiento que se ha construido a su alrededor, nuevamente, para ello.

Sin más, les recuerdo que todos queremos lo mismo, y la verdadera discusión es qué acciones son las que mayor probabilidades de éxito tienen en forzar un cambio, y cuales no. ¿Cuál es tu trabajo y el mio, dadas las circunstancias? Aquel que apele a los improperios hacia otros, o la solicitud de su silencio, porque piense que sus máximas son inatacables, no entienden nada de lo que vivimos. Viva aquellos principios que solicita, no pida un cambio de la boca para afuera solamente. Solo así ya habrá dado el primer paso al cambio que tanto desea.


[1] Roymer Rivas. 2024. En defensa de la razón: ¿Por qué no voy a votar el 28 de julio?. Pág. 113. Puede acceder a través de: https://staging.contrapodernews.com/en-defensa-de-la-razon-por-que-no-voy-a-votar-el-28-de-julio-una-reflexion-a-quienes-creen-en-oportunidades-unicas-y-espejismos-de-cambio/ (Consultado el 31 de julio de 2024).

Más allá de lo visible: las creencias, la reflexión filosófica y la sociedad presente

Estas palabras corresponden al discurso que disertó el autor en la entrega de certificados del Diplomado de Filosofía de CENFISS, Universidad de Carabobo (UC), el 15 de junio de 2024.


Por Roymer Rivas, coordinador local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

Con frecuencia damos por sentado muchas cosas: las aceptamos tal y como son o, en cambio, pasamos por alto aquello que no aceptamos; de hecho, es necesario para la existencia human que sea así; no nos imaginamos tomando conciencia de todo lo que constituye nuestro entorno, sería agotador, ralentizaría nuestras acciones y esto, en situaciones de peligro, que requieren de acciones rápidas sin mucho o ningún razonamiento consciente, podría ser mortal. Es por este motivo que, a las personas, los pueblos y el mundo lo mueven las creencias, el “yo creo” o “estoy convencido” de esto o aquello, porque las creencias son el fundamento que sostiene las acciones del human, tanto aquellas que responden al consciente como las que responden directamente al inconsciente. Las creencias están en lo más profundo de nuestro ser, vivimos de ellas y, por la misma razón, no solemos pensar en ellas; solo pensamos, en mayor o menor medida, en lo que consideramos cuestión, lo demás lo damos por hecho.

Esta verdad se clarifica cuando entendemos que el human es un “actor”, un ser que actúa, ésta es la consecuencia lógica de su naturaleza. El human no tiene otro remedio que hacer algo en pos de conseguir un fin, sea este sostener su existencia, mejorar su condición actual, mejorar la condición de otros, ser feliz, o cualquier otro motivo que encuentre; el human siempre actúa y aun cuando aparentemente no lo hace, lo hace —el cerebro nunca deja de trabajar, siempre estamos en contacto con el entorno—. Esto responde a una verdad fundamental: la vida que nos es dada no nos es dada hecha, nosotros necesitamos hacérnosla por nuestra cuenta, cada actor según lo desee y/o permitan las circunstancias; de esto último se infiere que, si bien es cierto que el human se ve forzado a actuar, en su condición natural no se ve forzado a realizar estrictamente acciones determinadas cual robot; es decir, no somos programados por un tercero para realizar tareas específicas de manera irrestricta según las circunstancias, nosotros decidimos qué y cómo actuar después de valorar subjetivamente nuestro entorno.

Ahora bien, cuando el human analiza sus ideas —y, mientras lo hace, surgen más ideas—, algunas de ellas las desecha y otras las hace suyas, y es justo allí donde surge la creencia; es imposible que el human actúe si no posee convicciones sobre lo que son las cosas que le rodean; son las creencias las que hacen preferir ciertas acciones en lugar de otras y, consecuentemente, las que determinan qué acciones ejecutar y el cómo ejecutarlas. En suma, las creencias fundamentan la estructura de la vida de una persona, de un pueblo, de una época; los grandes cambios que han ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad se deben a mutaciones, fortificación o debilitamiento de creencias —lo que se traduce en variaciones de formas o modos de hacer las cosas—. El human posee una multiplicidad de creencias que coexisten en su vida, lo sostienen e impulsa su comportamiento, que a veces son incongruentes y/o contradictorios, no tienen articulación completamente lógica, pero aun así definen el rumbo de su existencia.

Al mismo tiempo, las creencias poseen estructura y la misma es imprescindible para la vida, tanto las creencias con articulaciones lógicas que forman una filosofía —estructura lógica— como aquellas que poseen estructura incongruente —es decir, que la forman un conjunto o repertorio de creencias a veces contradictorias, incongruentes e inconexas; por lo que no se puede expresar o articular de forma lógica—; de hecho, las creencias con articulaciones lógicas son un subconjunto de esta última. Esta estructura forma un sistema que, si bien no se pueden articular lógicamente, sí tiene una articulación tacita y vital —hay cosas que están en la cabeza y rigen nuestra existencia sin ser conscientes de ello—; las creencias que rigen la existencia human —individuo, pueblo, época— se apoyan, integran y/o combinan entre sí; cada creencia posee una arquitectura propia y, al mismo tiempo, es parte de una estructura de creencia que se organizan de forma jerárquica; dicho de otro modo, el hecho de que la estructura de creencias no se puedan articular de forma lógica, no quiere decir que carezcan de orden; en la vida del human hay creencias que fundamentan otras creencias o, si gusta más, creencias que derivan de otras creencias. En este marco, si las creencias, que son incontables en la medida en que cada human posee las suyas —y, a veces, estas se contradicen entre sí—, careciesen de estructura, sería imposible el conocimiento del human; la estructura de creencias permite entender el entorno sin importar el tiempo o lugar.

Es por este motivo que, para comprender los tiempos y las sazones de un pueblo o época, es importante comprender el conjunto de creencias que le sostienen. Del mismo modo en que es imposible para un doctor saber qué enfermedad padece un paciente sin hacer un diagnóstico, no se puede comprender la razón por la cual un pueblo atravesó o atraviesa ciertas circunstancias, con el objetivo de evitar cometer el mismo error o mejorar o potenciar las consecuencias buenas, sin estudiar las creencias en la que se fundamenta. El diagnóstico de una existencia human tiene que comenzar por el estudio del conjunto de creencias que la sostienen, porque son ellas las que determinan su estado en el presente y el futuro; en otras palabras, las convicciones rigen el camino del human.

Más que para diagnosticar la existencia human, es necesario para poder avanzar como persona o civilización. Dado que, si en el estudio o diagnostico se encuentra que ciertas creencias no son congruentes con la realidad y que las mismas, como no puede haber otra forma, son la base de los desatinos y sin sabores de un pueblo, entonces han de ser cambiadas; porque constituyen una enfermedad intelectual que hace que se realicen acciones que tendrán, en mayor o menor grado, consecuencias negativas.

Al final, todo converge en un punto: es la búsqueda incesante por la verdad, la reivindicación de la misma; las creencias acordes a la realidad son eso, una verdad inmutable, las que no lo son, no son otra cosa que una mentira. Y en esta búsqueda incesante puede que no se consiga tal cosa como una verdad absoluta, pero si nos podemos acercar cada día más a ella. Ahora bien, para definir el estado de una creencia, sin importar el tiempo o el lugar, hay que compararla con otras; es la comparación, el debate, en donde se descubre o desdeña cuan cerca de la verdad esta una determinada creencia, lo que hace relucir si una creencia está bien fundamentada o no; y mientras más puntos se comparen entre creencias, más certero será el juicio.

En este escenario, lo más sensato que puede hacer un human en su vida es revisar el estado de sus creencias y hacerse de aquellas que resulten ser congruentes con la realidad, sea que esto implique un fortalecimiento de la propia o un cambio de una creencia por otra. Por este motivo, creo que es momento de revisar las creencias que sostienen nuestra existencia —más si estamos sumergidos en una realidad llamada “Venezuela”, “Latinoamérica”, y si nos ponemos más macros, “el mundo entero”— y ver cuán certeras son en comparación con la realidad. Esto no se trata de una cuestión de “opinión o creencia personal” por encima de la “opinión o creencia de otros”, una opinión o creencia personal puede contrariar la de otro, incluso la de la sociedad —que es una opinión o creencia generalmente aceptada—, pero esto no le quita peso o valor a una o a otra, si lo hace la realidad. La realidad valida o invalida una creencia. Y entiéndase realidad como aquello “que es” y no se altera por la percepción subjetiva que pueda tener un individuo o sociedad de ella.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando una creencia es social —sea ésta acorde o no a la realidad—, su existencia no depende de que un individuo la acepte o no, más bien, es ella la que impone su vigencia y obliga a los actores sociales a contar o vivir con ella. Con esto quiero decir que los efectos que la creencia social tenga sobre una persona no dependen de que él la acepte o crea o no en ella, pues, las acciones que realice la sociedad en base a su creencia afectarán directa o indirectamente al individuo. Por ello, es necesario que para que un pueblo cambie el rumbo negativo que demarcan sus creencias, no solo compare y cambie de creencia un individuo, sino muchos individuos; y que el cambio sea por una creencia bien fundamentada, no por otra absurda; de allí que quien crea haber encontrado la verdad —esa creencia acorde a la realidad, a “lo que es”— este obligado moralmente a compartir su descubrimiento con otros; porque esto es lo que hará que la misma se esparza cual virus en pos de un cambio positivo. En este camino, seguirán habiendo comparaciones entre creencias, y esto es bueno, porque ayuda a corregir los desatinos, pero al mismo tiempo obliga a una constante vigilancia, porque no es conveniente cambiar una verdad por una mentira.

De lo anterior se desprende que un cambio individual de creencia es el principio de un posible cambio social y que las probabilidades de éxito de dicho cambio aumentan en la medida en que más individuos se hagan de ella; caso contrario, no habrá cambio. Por tal motivo, mi intención última con lo que se ha expresado no es otra cosa que incitar a la duda y a la reflexión, a pensar en las creencias que fundamentan nuestra existencia, porque nosotros no “tenemos creencias”, sino que “las somos” —nosotros somos nuestras creencias—; un human o pueblo es su creencia y el conjunto de decisiones y acciones que ha realizado en el pasado y realiza en el presente en base a ella. Esta es la razón por la cual las grandes revoluciones de la historia no han ocurrido primero por movimientos populares, sino por un cambio de creencias en la élite intelectual de la época, que luego fueron calando en la masa suficiente para llevar a cabo las revoluciones, para bien o para mal.

Si entendemos esto, comprenderemos que tenemos una responsabilidad, primero con nosotros, porque, tal como pensaban los filósofos griegos, no hay mayor virtud que ir en búsqueda de la verdad y vivir de acuerdo a sus preceptos, ya aprehendidos por nosotros, y segundo, con la sociedad venezolana. Mucho me temo que, si nuestra sociedad continúa con su estado de creencias, estará condenada a siglos de horrores como los que ha atravesado en el pasado y vive en el presente, o aún peor. Pero yo tengo fe de que sí se podrán cambiar sus convicciones mal fundamentadas por aquellas más congruentes con la realidad, más sensatas, más humans y menos pretenciosas, pretensiones que vienen de personas con complejo de Dios que creen tener las facultades suficientes para controlar a la sociedad a su gusto y antojo.

Por último, para concluir, la otra responsabilidad que tenemos es con la verdad; nos encontramos en una sociedad que pasó del culto a la razón al culto de la imbecilidad, donde son las subjetividades de cada persona la que pretende fijar los parámetros de la verdad, paradójicamente destruyéndola en el camino. Algunas son grotescas, fáciles de identificar, otras son sutiles y, por tanto, más peligrosas, porque se presentan tan bien… que la mentira llega a pasar a los espacios de nuestra mente con máscaras de certeza, y he allí donde cobra mayor valor la “reflexión filosófica”. Preparémonos, reflexionemos, no todo está dado, no todo está inventado, no todo está descubierto, no todo está bien, apelemos a la reflexión filosófica, porque es la única herramienta con la que contamos para ir más allá de lo visible y poder navegar en las vastas aguas de nuestra mente y poder construir mejores personas y, por extensión, una mejor sociedad.

Muchas gracias.

El venezolano está marcado por su propia historia

Por Gervis Medina Abogado, Criminólogo y escritor venezolano.

La sociedad venezolana está a la espera de un desenlace político que acabe con esta larga pesadilla. Sin duda, que el cierre de este ciclo estará por llegar en su momento. El asunto, querido lector, es cómo transformarlo. ¿Estamos preparados para ello?
¡Debemos aprender a apreciar lo que tenemos, antes que el tiempo nos enseñe a apreciar lo que tuvimos!
Es vital ver la transición no como un proceso rutinario de repetir viejas fórmulas y restablecer lo malo, sino como un momento de “transformación” nacional para enterrar el pasado y arrancar la construcción de una República liberal.

La corrupción es un mal inherente a los gobiernos que han pasado en la historia de mi país, la cual no está controlada por la opinión pública. ¡La enorme mayoría de los políticos han hecho dinero de la nada! Llegan pobres a un cargo y luego los ves con dinero y te dicen ¡Ah carajo si he sido comerciante toda la vida! Así ha sido desde decenas de años. La sociedad se acostumbró a aceptar esos sofismas. Entonces nos salió cara la estupidez como sociedad.

El venezolano está marcado por su propia historia. Somos esclavos del pecado (socialismo). Pero falta la clave para comprenderse a sí mismo y, hasta que no lo consigamos, experimentaremos una rebelión consciente e inconsciente contra nosotros mismo, y eso es contra Dios.

Para transformarnos, hace falta la justificación y sobre todo la de cómo aceptarse mutuamente entre personas de orígenes diversos. Porque, como en cualquier otra parte, no fue tan sencillo reunir en una misma comunidad o intención a quienes por cualquier factor se piense diferente. Recomiendo entonces, aceptar nuestras diferencias. La transformación del Ser, servirá para erradicar todo el sistema vigente, imperante, aplastado por sus devociones y tradiciones.

Mi planteamiento de fondo es sumamente sencillo: Venezuela necesita hoy una verdadera “evolución o batalla cultural” ya que el problema es ideológico; para transformar los sustentos más arraigados de su identidad contemporánea y de su formación actual como pueblo, sin los cuales no podremos como nación enfrentar un mundo presente y futuro cada vez más difícil, conflictivo y competitivo. Sin una transformación profunda de la concepción que tenemos los venezolanos sobre nosotros mismos y sobre nuestras instituciones, cualquier intento de cambio en las estructuras económicas o políticas quedará como un falso arranque, tales como los fallidos intentos que hemos protagonizado desde hace décadas. Desde los años setenta hemos experimentado ya al menos cuarenta ajustes económicos fracasados, tres intentos serios de golpe de estado, diversas reformas a la Constitución, y el resultado neto ha sido el de un desarrollo social y económico paralizado, que nos ha llevado de ser el mejor país de América Latina a un fracaso consistente, rotundo, costoso, irreversible, y difícil de justificar.

Planteado así es un prospecto dramático. Hace tres décadas atrás América Latina, estaba sumida en el atraso, la hiperinflación, la pobreza, el autoritarismo y el desmanejo en general de la marcha de las naciones. Venezuela aparecía como una isla de estabilidad, de crecimiento y de progreso social envidiable. Éramos una nación de esperanza, refugio de inmigrantes que buscaron una oportunidad para vivir decentemente. Los venezolanos veíamos con cierto aire de superioridad a las pobres naciones vecinas y ofrecíamos nuestras generosas contribuciones al avance de aquellos países.

¿Qué pasó con nosotros? ¿Cómo pudimos derrochar tantas oportunidades? ¿Cómo pasamos de ser los mejores a estar entre los peores?

Las respuestas a esas interrogantes las debemos analizar a profundidad, en un ambiente donde el reconocimiento de los fracasos no sea asumido como derrotismo. Intuyo que llegó la hora de pasar del diagnóstico a la acción. La salida a la crisis pasa por entender que Venezuela debe asumir la globalización como el gran desafío del presente y del futuro, en un sentido amplio que va más allá de la acción coherente en el campo técnico de la macroeconomía, y toca los aspectos más complejos de la transformación educativa (privatizarla), la transformación social y la transformación y reducción de las instituciones públicas.

Por otro lado, las grandes perspectivas de una venezolanidad angustiada por el pecado y la desgracia, incapaz de liberarse a sí misma, se reducirán a un problema personal: ¿Soy yo realmente libre o soy un juguete del sistema?

Esto nos hará ver que los venezolanos de los primeros tiempos de la democracia, tenían sus debilidades como las tenemos hoy, y que la fe no había eliminado el peso de las realidades sociales.

La comunidad está en peligro. Los promotores de un “cambio” en el país proponen volver atrás valorizando las viejas prácticas partidistas, electorales, clientelismo, crímenes de corrupción, estatismo, populismo entre otros. Una especie de vuelta a la Ley anterior.

Debemos ser propositores a una transformación de valores, conducta y sistema político, forma de gobierno que conduzca a las regiones a desarrollarse desde sus localidades con sus propias leyes, sistema de justicia, pues aún no hemos comprendido o hemos olvidado que ser cristiano no es ante todo practicar una religión, sino más bien vivir la fe esperanzados en la venida caritativa de nuestro “Dios”.

No hemos transcendido como seres, no transformamos ni la materia prima, somos metalistas solo sacamos del suelo y vendemos. Por tanto, hemos perdido nuestra verdadera identidad y desarrollando una identidad de la viveza criolla, populista, el marañero, el pillo, mentiroso y criminal.

Actualmente existe una solidaridad entre grupos políticos en un mundo habitualmente hostil en la cual se juntan para procurarse una seguridad real. Algunos prefieren esta seguridad a la aventura de transformar y los riesgos que ellos corren ante esta nueva tendencia (libertad).

Es necesario, parir una decisión hallada en el corazón de cada integrante de la sociedad y servir con un poder espiritual que no reconoce como tal el fracaso.

No debemos reparar en que la fuerza que debe conceder esta nación la libertad, debe ser la misma fuerza que debe emplearse cada individuo que se decide a hacer algo bajo los principios del deseo, decisión, fe, persistencia y planeamiento organizado. “Si somos los autores de la sociedad, podemos destruirla o transformarla. Basta con tener la voluntad de hacerlo”.

Los conceptos sociológicos de sociedad frecuentemente señalan a un más allá de las voluntades o fuerzas de los hombres, no se atienen a límites claros y describen formas totales que se imponen sobre sus partes. Hace más de dos milenios que el término de origen griego política πολιτικός = “de los ciudadanos” designa el orden de prácticas mediante las que los hombres en libertad disponen del gobierno.

Debemos transformarnos en seres que realmente llenemos la existencia, fortalecidos en espíritu para dirigir el destino de una nave llamada Venezuela.

¡Venezuela debe ser libre a través de la transformación de cada individuo, reduciendo al Estado y el poder del gobierno. ¡Por tanto, la libertad de la patria tiene por límite la libertad sagrada del individuo!

¡El mundo! Necesita de idiotas como yo…

Por Gervis Medina, escritor.

Si eres de los que lleva tiempo viviendo en una sociedad que en vez de avanzar parece estar retrocediendo en muchos aspectos, pues, permíteme informarte que existe un macro estudio sobre la involución de la inteligencia en el último siglo.

Cuentan los investigadores que los resultados del coeficiente de inteligencia de los jóvenes comenzaron a caer después de un aumento constante desde la Segunda Guerra Mundial. Dicho de otra forma, la tendencia en las pruebas de inteligencia humana que permitió obtener de manera constante puntajes de “coeficiente intelectual” más altos durante el siglo XX ha terminado abruptamente. A esto se le conoce como “El efecto Flynn negativo”.

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas, que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”

Se refería así el escritor y filósofo italiano, “Umberto Eco” quien criticó duramente a Internet en particular, acusó a las redes sociales de haber generado una “invasión de imbéciles”, ya que “dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. Curiosamente, la opinión del semiólogo se ha hecho viral en las mismas redes sociales criticadas.

“Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior”, el “drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”, asegura Eco.

¡Resulta! que nos estamos volviendo menos inteligentes, o, peor aún, más idiotas. Ésta, no es una palabra común con la que la gente se describe a sí misma. Las personas se estremecen al oírme, pero no hay un sustituto. ¡Soy un Idiota y el mundo me necesita! No estoy orgulloso ni feliz por eso, pero así es como es.

Pero, ¿Qué significa ser un Idiota? ¿Qué significa cuando tú, eres quien aleja todo de ti? ¿Qué significa cuando eres tú, quien destruye todas las posibilidades de tener algo bueno y exitoso?

¡Algunos! nacen idiotas. ¡Otros! aprenden a serlo. ¡Y otros! se hacen los idiotas y tratan de convencernos —dice una canción por allí—. Puedes pensar lo que quieras. ¡Hoy! no te salva la aritmética, el “ser humano” tiene un porcentaje grande de idiotez en su genética. Por eso, para ser idiota se requiere inteligencia. La idiotez tiene sus puntos a favor, es la única enfermedad donde el enfermo no sufre, excepto todos a su alrededor.

Hacer buenas preguntas ayuda a que no sea contagiosa. La idiotez es colectiva, cuando nadie cuestiona las cosas, esta enfermedad no te permite mentir porque se te nota. Por eso, cuando estás enamorado sonríes como un ¡Idiota! Los idiotas se sienten seguros con todo lo que comentan, porque hablan lo que saben, y lo que no saben, se lo inventan, aunque suene raro. A los idiotas los escucho y para tener a un listo que no dice nada, prefiero a un idiota que hable mucho y de todo lo que hable, alguna buena idea habré escuchado. De ésas que el sabio se guardó por temor a ser juzgado —siguiendo con la paráfrasis de la canción—.

«Un idiota es aquel, que no aprende del pasado. Un desinformado que no escucha al informado. Un idiota por debajo del nivel, es el que cree que todos son idiotas menos él». «El trabajo más idiota, es el que no se disfruta. A la hora de buscar un empleo, es bueno idiotizarte, porque cuando eres brillante prefieren no contratarte. Mantener a la gente inteligente abajo, sin crecer es la regla más importante de un idiota con poder.
Sería una idiotez, tomarse la vida de manera seria. Hacen falta los idiotas para que exista la comedia y poder burlarse de ellos, también de uno mismo. Ser idiota no está mal si lo ves con optimismo. Poco entendimiento y mucha explicación agota, uno es más inteligente cuando piensa como idiota, simplificas las respuestas de este mundo complicado. ¡Mientras! el sabio se preocupa, el idiota es relajado. Aunque también, la idiotez puede ponerte nervioso. No hay nada más preocupante, que un idiota peligroso, su arma más peligrosa es desinformar a la gente. Son idiotas peligrosos los que tienen cara de presidentes». ¡Aquí nadie! es perfecto, hay quienes se hacen el idiota, pero abusan del oficio.

¡Un idiota! es incapaz de interrumpir a su enemigo mientras está cometiendo un error. Por lo que, termino afirmando que ¡El mundo, necesita de idiotas como yo! sino ¿Hacia dónde iría tanta basura?

Desmontando el mito del talento

«La creencia es un instrumento que puede ayudarte a lograr cualquier cosa»

Darius Foroux

Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

Hay algo en común que tienen todos los libros de emprendimiento, a saber: todos los autores tienen experiencias de “fracaso” que les enseñaron para conseguir sus metas, todos necesitaron años para pulirse en lo que querían ser, necesitaron de una persona que los enseñara con su ejemplo, fueron inteligentes para aprender de los demás, pero sin la disposición, sin la disciplina y la constancia jamás lo hubiesen logrado.

El ser humano aprende por imitación.

Cuando nacemos no tenemos patrones de conducta previamente determinados, por esa razón necesitamos relacionarnos con los demás miembros de nuestra comunidad para configurarnos como persona, de otra forma no desarrollaríamos un comportamiento similar al de la especie humana. Esto implica que aprendemos observando la conducta de los demás; reproduciendo las conductas observadas, comenzamos a realizar actividades necesarias para nuestra supervivencia, como caminar o hablar, pero también hábitos, respuestas emocionales y comportamientos sociales. Así lo sustentó Albert Bandura con su Teoría del Aprendizaje Social (TAS).

Uno de los ejemplos más famosos de Bandura fue el Experimento del muñeco Bobo”, donde, para llevarlo a cabo, utilizó un muñeco hinchable y 3 grupos de niños de preescolar.

Al primer grupo, le mostraron a un adulto agrediendo físicamente e insultando al muñeco. El segundo, veía a un adulto jugando con él sin manifestar ninguna actitud agresiva en su contra. Y, por último, el tercer grupo no observó ningún tipo de interacción con este juguete.

Después, los niños, uno por uno, fueron pasando a la misma sala donde había diferentes juguetes, entre ellos el muñeco Bobo. Los que habían visto actos violentos por parte del adulto mostraron un comportamiento más agresivo contra el muñeco que los niños de los otros dos grupos.

En la vida te encontrarás con muchas personas que crecieron viendo a un adulto manifestar una actitud agresiva contra otro.

Una de estas actitudes agresivas es decir cosas como: “sin talento no puedes lograrlo”, «Si no tienes talento no es lo tuyo”, “Va en la sangre” no los culpes. Este tipo de personas aprendieron del ejemplo y creen que esta bien maltratar los sueños y el esfuerzo de alguien porque probablemente también se lo hicieron a ellos, y repiten la actitud. Ocurre mucho con la generación X —los nacidos entre 1965 y 1984—, quienes crecieron con un gran tabú hacía los psicólogos y los conocimientos relacionados, hoy algunos han buscado sanación de sus emociones, pero otros siguen repitiendo la actitud agresiva.

En este escenario, es necesario recordar que todos estamos en este mundo aprendiendo, somos seres emocionales y unas palabras nos pueden afectar toda la vida; pero no permitas que las palabras de otras personas te marquen, porque importa lo que te dices, no lo que te dicen.

Darius Foroux dijo en su libro «Hazlo hoy» —uno de mis libros favoritos del momento—: “puedes lograr cualquier cosa” (…) “La creencia es un instrumento que puede ayudarte a lograr cualquier cosa”. Así fue como él decidió vivir la vida que quería vivir, creyó en sí mismo tan fuertemente que nunca nadie pudo derrumbar esa creencia. Así debes ser tú.

Me escucharás decir que todo en la vida es decisión, luego disposición, disciplina y constancia. Tengo que decir que esto no fue algo inventado por mi, lo aprendí de los expertos, de consultores, de inversionistas, de psicólogos, mi mamá, mi papá… El mejor ejemplo se me ocurrió en una de mis conversaciones conmigo misma, filosofando en la pregunta sobre «¿Qué es más importante: el talento o las cuatro anteriores?» Casualmente vino a mi mente el cuento de la tortuga y la liebre:

En este cuento la liebre siempre se burlaba de la tortuga por ser lenta, hasta que un día la tortuga lo reta a una carrera diciéndole: “Si soy tan lenta, no te importará hacer una carrera conmigo, ¿verdad?” La liebre estaba muy segura de si misma, tenía el talento porque nació con esa rápidez superior a la de la tortuga, pero ¿Sabes qué pasa cuando una persona nace con talento? se confía. Al menos en la mayoría de los casos se confía y deja de estudiar, deja de prepararse y mejorar todos los días, simplemente porque siente que no es necesario. Cuando la liebre se confió y se durmió en plena carrera, la tortuga que había tomado la decisión de competir, que tenía la disposición de correr aún sabiendo que era más lenta, que tenía la disciplina de no rendirse y la constancia de ir paso a paso sin importar el resultado, ganó la carrera.

La tortuga no nació con el talento pero gano la carrera, y la moraleja de todo es que tú también puedes ganar la carrera. Es más que importante que seas de las personas que derrumbe el mito o que rompa la actitud agresiva para que seas un cambio en el trato que se le da a la siguiente generación. Parte de mi propósito de vida es recordarle a las personas que pueden lograr lo que quieran y ayudarlos. ¡Cree! Tú puedes lograr cualquier cosa.

La guillotina del pensamiento indiscutible

Por Anthony Parra, coordinador local de EsLibertad Venezuela.

No hay duda de que el capricho de perfección por seres imperfectos ha sido uno de los mayores problemas de la humanidad y uno de sus mayores asesinos. Uno de sus hijos, el utópico Socialismo, cobró la vida de más de cien millones de personas en el siglo pasado.

¿Con qué defienden sus argumentos para soñar en sociedades perfectas que hacen masacres? Pues, varían sus tonos de piel, pero su rostro es el mismo: el constructivismo. «Si las instituciones humanas son producto de él, nosotros podemos moldearlas como queramos» piensan los constructivistas; keynesianismo, psicologismo, conductismo, marxismo a través de la consciencia de clase, gobiernos autoritarios y colectivistas de derecha, teocracias absolutas, todas padecen este síntoma que surge de la enfermedad constructivista.

El constructivismo detesta al ser humano por sus incapacidades, por eso quiere cambiarlo. En el caso que compete a este artículo, si se elimina cualquier pensamiento subversivo o distinto se habrá eliminado cualquier amenaza contra el sistema.

Así, el argumento del pensamiento único y hegemónico es su forma de abusar de lo posible para pedir lo imposible. ¿Quiénes lo protegen? Sus más fieles seguidores, que son, como veremos, manipulados sin darse cuenta para asesinar la teoría que protegen, ¿quién los manipula? Su nombre es el orden espontáneo y es el objeto de este artículo.

Ahora bien, ¿Cómo se puede querer proteger una idea y llevarla a su destrucción? La novela de Ayn Rand, Himno, servirá para ilustrarlo. El protagonista de la historia, Igualdad 7-2521, fue un defensor de su teoría en un mundo de consciencia de clases. Empezaremos con el cuento del personaje con ciertas modificaciones —aunque no por eso pierde el mensaje original—.

El cuento de Igualdad 7-2521

¿Cómo es Igualdad 7-2521? Igualdad en la distópica novela de Rand vive en la consciencia de clase, todo lo que no fuese el pensamiento de la autoridad fue destruido. El colectivo está tan presente que no existe el «Yo».

Igualdad, en el caso de este artículo será como los utopistas creen que es el humano en esta sociedad: incapaz de cuestionar o de pensar en otra cosa que lo impuesto. Esos serán los ingredientes para asesinar la teoría. Formado para no relacionarse con el interés personal u otras ideas que no sean las impuestas, Igualdad estudia marxismo para defender sus teorías como los demás en la “mancomunidad marxista”.

Un día, en la sociedad comunitaria con su amigo Internacional 4-8818 es seleccionado para racionar la comida de sus hermanos. ¿Qué sucede al racionarla? Ven que hay errores, el sistema no es perfecto porque no hay seres humanos perfectos e intentan solucionarlo, se preguntan, ¿por qué sucede todo esto?

En defensa de lo que piensa nuestro protagonista, como su teoría no puede estar mal, crea una forma de justificarlo; un planteamiento que no tiene evidencia, pero que asume como cierta porque se basa en sus ideas que son verdaderas. ¿Por qué lo hace? Para proteger sus ideas de ese imprevisto, esa protección en ciencia se conoce como hipótesis ad-hoc.

La intención de Igualdad 7-2521 en la hipótesis ad hoc no es otra que demostrar que no hay errores en su tesis, pero el gen asesino ya entró en su cuerpo y se heredará para aquel que levante el puñal. ¿Cómo?, ¿por qué?, ¿dónde está? Pocos lo ven…

No diré el final de la historia por ser igual al de la novela corta. En este artículo diremos cómo ha sucedido esto en la historia real; la experiencia de Copérnico y del judeo-cristianismo serán el vínculo; sociedades en que el pensamiento predominante que ellos veían era la norma y la forma de guiar sus juicios.

¿Qué sucedió en la historia? El caso de Igualdad en Copérnico y el judeocristianismo

En un siglo xvi, un hombre llamado Copérnico sumergido en las ideas de su tiempo (ptolemaicas) busca defender sus ideas de astronomía.

Copérnico, como Igualdad 7-2521, buscó fortificar sus ideas e hizo una hipótesis ad-hoc que justifique ese imprevisto, tanto Copérnico e igualdad saben que sus pensamientos no pueden estar mal, por esa razón los defienden.

La hipótesis de Copérnico y su estudio da origen a algo que no planeaba, ha creado su propia crisis; la hipótesis que hizo para defender su postura se distancia de la tesis original. Empieza levemente la Revolución Copernicana.

Antes de saber porqué sucede veamos primero el caos del judeocristianismo por el autor Stanley Jaki.

Cuando en el judeo-cristianismo se encontró con problemas que su teoría del conocimiento revelador no respondía, intentaron salvar la teoría buscaron una hipótesis plausible para su pensamiento: crearon entonces una distinción entre conocimiento revelador y conocimiento por descubrir.

Igualdad, los judeo-cristianos y Copérnico buscaron proteger su teoría de hechos que pudieran criticarla, y entonces, ¿por qué asesinaron su teoría? Porque en el fondo los científicos no saben las consecuencias no intencionadas de su teoría, no saben del todo lo que hacen.

¿Cómo puede ser que los científicos y/o pensadores no sepan del todo lo que están haciendo?

Volvamos al caso de los judeo-cristianos, separados en dos conocimientos, el revelado por Dios y el obtenido por nosotros, ¿no se expanden los problemas?, ¿no podríamos pensar cuáles son los conocimientos por descubrir?

Preguntas como: ¿Con qué herramientas podemos conocer?, ¿Hay autonomía en el conocimiento o estamos sometidos a lo que Dios dicte? Son preguntas que pondrán la teoría original en crisis porque las respuestas defendidas desde la teoría original no se tienen, se tienen que buscar respuestas fuera de ella. Poco a poco se alejan sin darse cuenta de lo que pensaban. Al buscar salvar sus ideas terminan abiertas a su propia muerte porque ninguna teoría es perfecta.

¿Alguien tuvo que planearlo? No, ¿Se necesitó magia? No, ¿Fue objetivo de ellos destruir las ideas que defendían? Esta última es retórica y es también no.

¿Por qué sucede todo esto?

Karl Popper corrigió de Imre Lakatos un malentendido que da respuesta a los malentendidos de los enemigos de la conciencia humana y de sus limitaciones; toda teoría es en sí misma criticable, la crítica no ha surgido en la historia de la ciencia porque los científicos quieran que los critiquen. ¿Qué quiere decir?

Las personas no quieren ser refutadas —o falsados, en palabras de Popper—, y las ideas de otro permiten refutar las propias, asumir lo contrario es decir que todos tenemos el mismo cerebro. Conviene recordar la frase de Karl Marx, que aunque no era científico reconoce sus diferencias y la individualidad de su pensamiento muy bien,  “si algo es cierto, es que no soy marxista”.

La creatividad humana no está al control de nadie, y sus consecuencias son infinitas. Igualdad buscaba no usar su creatividad, pero su naturaleza humana lo condena: “No sabemos por qué nuestra maldición nos hace buscar no sabemos qué, siempre, siempre. Pero no podemos resistirnos. Murmuran a nuestro oído que existen cosas grandiosas en este mundo y que podríamos conocerlas sólo con intentarlo y que debemos conocerlas”.

El lavado de cerebros y el fanatismo no escapa del progreso porque escapar de él es afirmar que no hay nada que mejorar cuando lo hay, es rechazar vivir mejor cuando se quiere vivir mejor, una contradicción.

Nada pueden hacer los constructivistas que desean evitar la muerte de sus ideas cuando las personas desean prosperar, vivir. Ya es tarde, el orden espontáneo de la ciencia quemará todo a su paso. Es hora de cambiar las ideas que fracasan, los científicos y las personas lo saben.

El valor de cuestionar: Por qué es importante hoy en día

Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

Todo el proceso de cuestionarnos, de reflexionar y de hacernos preguntas para comprender el mundo que nos rodea proviene de una disciplina, la filosofía.

Hace exactamente un año yo no hubiera entendido la importancia de esta disciplina. Para mí hablar de filosofía era imaginarme a un señor con barba larga y unos 80 años, que venía más de la experiencia que del razonamiento. Apreciaba más la psicología que la filosofía. En aquel entonces no sabía que la filosofía era la raíz de la psicología. Luego de investigar descubrí que el nacimiento de la psicología, la sociología, la economía y todas las demás disciplinas son una subdivisión de aquellas preguntas que nos hicimos en algún momento para poder relacionarnos mejor con el mundo, para descubrir nuestro propósito, en pocas palabras, para satisfacer nuestra necesidad de supervivencia en el entorno.

Todo lo que el ser humano hace o piensa, es en busca de satisfacer sus necesidades. En este sentido, Abraham Maslow estableció una jerarquía en las necesidades de los seres humanos, buscando explicar por qué ciertas necesidades nos impulsan:

  1. Necesidades fisiológicas: son las más ignoradas por ser cotidianas, pero son la base de muchas actividades económicas, si no se satisfacen nuestra vida corre peligro. Algunos ejemplos son: (i) necesidad de alimentación; (ii) necesidad de aire puro; (iii) necesidad de descanso; (iv) necesidad de sexo o reproducción.
  2. Necesidades de seguridad: desde el nacimiento buscamos la seguridad en nuestros padres, a nivel emocional y/o físico, son nuestra garantía de que estaremos bien. Es la razón del porqué cuando somos abandonados por una de nuestras figuras que representan seguridad tenemos problemas de inseguridad o un miedo a la pérdida, lo que hace más fácil generar una dependencia emocional.
  3. Necesidades de pertenencia y amor: somos seres sociales, lo que significa que tenemos una necesidad por pertenecer en un grupo, por lo que en ocasiones la necesidad de pertenecer nos puede llevar a adaptarnos al entorno.
  4. Necesidades de estima: es la necesidad del equilibrio en el ser humano, dado que se constituye en el pilar fundamental para que el individuo se convierta en el hombre de éxito que siempre ha soñado, o en un hombre abocado hacia el fracaso, el cual no puede lograr nada por sus propios medios.
  5. Necesidad de autorrealización: los seres humanos necesitamos sentir que hemos desarrollado nuestro potencial. Buscaremos para eso nuestro propósito o aquella actividad donde más nos destacamos para sentir la autorrealización y pertenencia en un entorno.

¿Por qué es importante cuestionar?

Tal vez pienses que la filosofía no está presente en tu vida o que ya no necesitas cuestionarte ningún punto porque ya todo se resolvió. Así, durante años has dejado que otras mentes te guíen y te digan lo que está bien y nunca lo has puesto en duda. Por ejemplo: has repetido «No estés tan seguro: nadie puede estar seguro de nada» como lo dijo David Hume; o «Eso fue una mala acción, pero es algo humano, nadie es perfecto en este mundo» como lo dijo Agustín; o tal vez esta te suena «No puedo probarlo, pero siento que es verdad», pues lo obtuviste de Kant. Estabas repitiendo todas estas frases sin preguntarte su origen, sin preguntarte «¿Por qué lo dijeron?»

Lo cierto es que así repites todo lo que escuchas o miras. Luego de leer realizate preguntas, indaga más a fondo sobre el tema, incluso busca puntos contrarios a lo que leíste, si escuchas algo, intenta no repetir, primero investiga y luego puedes compartir lo que aprendiste, pero debemos entender el origen de lo que repetimos para no seguir duplicando una información falsa —estamos sumamente acostumbrados a compartir información falsa—.

Además, nuestra mente, como decía Ayn Rand, es como una computadora, una computadora más compleja que la que los hombres pueden construir, y su función principal es la integración de tus ideas. Es programada por nuestra mente consciente, te explicaré:

Si no alcanzamos convicciones firmes, nuestro subconsciente está programado a entregarse al poder de ideas que no sabemos que hemos aceptado, pero aún genera emociones de acuerdo con los valores que ha recibido. Si programamos nuestra mente mediante el pensamiento consciente, conoceremos la naturaleza de nuestros valores y emociones; de no hacerlo, quiere decir que seremos más emocionales que lógicos.

«Un hombre controlado por las emociones es como un hombre controlado por una computadora cuyas impresiones no puede leer. No sabe si su programación es verdadera o falsa, correcta o incorrecta, si está destinada a llevarlo al éxito o a la destrucción, si sirve a sus objetivos o a los de algún poder malvado e incognoscible. Está ciego en dos frentes: ciego al mundo que lo rodea y a su propio mundo interior» Escribió Ayn Rand en su libro, «Filosofía: Quien lo necesita».

Finalizo con advertir que todo ser humano que no está interesado en la filosofía recibirá sus principios del entorno que lo rodea: escuelas, universidades, libros, revistas, películas, etc. La consecuencia de esto es poner en manos de otros tu autoprotección, correr el riesgo de ser controlado por un gurú o dictador, para evitarlo no entregues tu autonomía, cuestiona.[*]


[*] Este artículo fue publicado también en el Blog de la autora, en médium. Puede acceder presionando aquí.

¿Cómo se resume una vida? Algunas reflexiones sobre la vida

Por Roymer Rivas, coordinadores local senior de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

En una oportunidad me encontraba conversando con un buen amigo, un señor de la tercera edad con quien siempre tenía intercambios profundos y amenos, en el fondo de su casa, debajo de un viejo techo de láminas de zinc, diagonal a un árbol de guanábana y sentados en sillas más o menos desgatadas, con unos cuantas reparaciones. Mientras jugaba con un palo cualquiera en sus manos, me contó una de sus anécdotas que decía más o menos lo siguiente:

En el pueblo que vivía, una vez un camión atropelló a un perro callejero. El camión siguió de largo, mientras el perro, con todo y sus huesos rotos, como pudo se arrastró chillando hasta la orilla y se acostó agonizante del dolor. Todo el mundo se lamentó por el perro, pensaban que moriría, yo pensé que el perro iba a morir. Pero al pasar los días, veía cómo el animal casi inmóvil se lamía sus heridas y, después de unas cuantas semanas, en donde algunos le llevaban comida, el perro comenzó a andar. No murió.

Me pareció una buena historia, se presta para muchas interpretaciones, sin embargo, la cuestión no terminó allí. Después de terminar la historia, prosiguieron unos segundos de mutuo silencio que fueron interrumpidos con estas palabras: “Y entonces, ¿Cómo se sostiene la vida?” —preguntó—. Pasaron muchas posibles respuestas por mi cabeza, pero ninguna tan brillante como la que dio él mismo en ese entonces. Después de observarlo, le pregunté: “¿Qué dice usted?”, y respondió repitiendo dos veces: “¡La vida se sostiene con vida!”. Estas palabras son demasiado obvias, pero por serlo no había reparado en esa reflexión, precisamente por eso es que es brillante. El tiempo pasó y, sin él saberlo, la expresión se convertiría en parte transversal de mi sistema de creencias hasta el día de hoy, y posiblemente hasta que muera. Absolutamente todo lo que nos rodea es un sistema y muchas veces —por no decir: siempre— forma parte de un sistema más grande; como tal, se encuentra siempre en movimiento e intercambios; es por ello que, a mi juicio, el principio que mueve el mundo es la vida. La vida es movimiento. La única diferencia entre las distintas “vidas” que podamos encontrar es su modo de ser y/o existir; por ejemplo, la vida del human es “vida human” porque éste puede asignar un significado a ella y a lo que le rodea, el human puede hacerse con intencionalidad en su existir, siempre en busca de un objetivo; la vida de cualquier otra criatura es suya, a su modo de ser; si vemos la “vida” como normalmente lo vemos, una piedra no podría estar viva, pero en el momento que ampliamos el foco y lo vemos como un sistema que a su vez es parte de un sistema más grande, la cosa cambia. Pero, ¿Adónde quiero llegar con esto?

Algunos se preguntan —y vaya que me he encontrado con ésta pregunta—: ¿Cuál es el fin de la vida? (…) Pues, permítame decirle que “la vida” no tiene fines, es imposible que lo tenga. Para que algo tenga fines, tiene que tener una condición que le permita proyectarse a futuro y trabajar en función de conseguirlo, y “la vida” no puede hacer eso. A lo sumo, si vemos un “fin” —solo a efectos de lenguaje, porque el término no es correcto— como aquellos resultados de “ser”, entonces el fin de la vida es solo uno: mantener la vida, ser y hacer ser. Incluso la “vida human” carece de fines, pues su única función es “mantener la vida”, porque la vida se sostiene con vida. En este orden de ideas, la vida carece de sentido, simplemente no puede tenerla. Empero, fíjese que no estoy diciendo que “la vida de un human carece de significado”, sino que no tiene sentido. La cuestión diferenciadora radica en que nosotros, en tanto human, sí tenemos fines y asignamos valores, y en ese proceso puede que algo cobre sentido para nosotros, pero no es precisamente porque ese sea “el sentido” de lo que a nosotros nos parece un “sentido”.

Habiendo visto esto, la cuestión no es preguntar: “¿Cuál es el fin o el sentido de la vida?”, sino preguntar: “¿Cuáles son los fines y el significado de mí vida?”. Si bien, no existe tal cosa como un significado absoluto que se amolde a todo individuo human, algo así como una felicidad uniforme que sirva de medida para la felicidad o infelicidad de cada persona, por eso la pregunta debe hacerse en el plano individual y siempre refiriéndose a la individualidad. Algunos dicen: “Pero el fin de cada persona es ser feliz”, y ok, está bien, bastante inteligente la afirmación si se quiere decir nada aparentando decir algo. Yo pregunto: ¿Qué es la felicidad? ¿Qué significa “felicidad”? ¿Cómo se siente la felicidad? La frase de por sí no me está diciendo nada, en el mejor de los casos solo alude fugazmente a la idea de gozo por razones cuales sean. En el human, la afirmación transmitiría un mensaje si pasara a ser: “el fin de cada persona es ser feliz siendo y/o haciendo esto, dadas sus circunstancias”. El sentido de la vida del human es una quimera. El significado de la vida del human es lo importante; y tanto el significado como “la felicidad” —lo que sea que signifique eso para cada quien—, solo tienen valor para el human —aunque a veces no lo veamos del todo—; ninguna de las dos le son dadas al human, éste tiene que hacérsela, construirla de alguna manera solo para sí, porque solo puede tener valor para sí.

Comprender esto es necesario, porque en la actualidad son muchos los muertos vivientes que en su búsqueda por el sentido de la vida dejan de asignar significado y valores a su vida; también, muchos son los que no le asignan valor y significado a su vida por el mero hecho de ser y estar actuando en pos de objetivos que le lleven a un estado de satisfacción que solo podrá sentir la persona, sino que intentan hacerlo a través de sus circunstancias, cuestiones materiales y/o terceros. Entiendo perfectamente que las circunstancias influyen en nuestro estado de ánimo, que hay veces que simplemente toca acostarse como el perro de la historia en la orilla para lamer las heridas, pero no hay que quedarse allí. ¡La vida se sostiene con vida! Y la belleza o malignidad de la vida dependerá de las ganas que se tengan de vivirla, de la aceptación o no aceptación de mi vida y mis circunstancias en todas sus facetas y colores, de mi sentir y actitud ante mi vida y lo que me tocó vivir.

No pretendo ser esa especie de coach motivacional con su optimismo absurdo invitando a todos a vivir una especie de mística transcendental de felicidad, sino motivar a quienes me lean, especialmente a mis hermanos venezolanos, ya que he sido testigo de primera mano de cómo en Venezuela, a raíz de la mayor crisis existencial en la que se sumergió desde hace mucho tiempo, algunos dejaron de valorar su vida al punto de quitarse la vida o perderse en sustancias para evitar la realidad de vivir, a que aprendan a asignar significado a las cosas sin importar las circunstancias. Esto no implica conformarse con lo que hay, sino cambiar la actitud hacia ello.

Todo aquel que busque un sentido, fracasará en el intento; pero todo el que asigne significados con la actitud correcta, sin duda será feliz sin importar las circunstancias —porque la felicidad también es un significado asignado por mí, para mí, y vivo con ello—. Es bíblico: “Todos los días del afligido son malos, pero el que tiene un corazón alegre goza de un banquete continuo” y “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador, pero un espíritu que está herido seca los huesos” (Proverbios 15:15; 17:22). El estado psicológico que tomemos ante las circunstancias influirá positiva o negativamente en nuestra vida.

Empero, a pesar de todo creo que hay una pregunta igual de importante que “¿Cuál es el significado de mi vida?”, y es: “¿Cómo se resume mi vida?”, si bien es cierto que la pregunta solo la podremos responder con total absoluto al momento de nuestra muerte, también es cierto que podemos usarla como ejercicio; por ello, si te haces esta pregunta hoy, ¿Qué responderías? Piensa que las respuestas pueden variar dependiendo de dónde pongamos el punto final de la historia, pudiendo estar entre el drama más oscuro hasta la comedia más colorida, o capaz es una divina comedia al estilo de dante, donde la gracia radica en que no hay gracia. Habiendo hecho el ejercicio, invito a comenzar a hacer nuestro “resumen de vida” aprendiendo a ver los puntos como puntos y seguido, viendo la totalidad del texto y apreciándolo como tal, hasta el día de nuestra muerte.

Aquí reflexiono: ¿Sin sufrimiento podemos llamar “vida” nuestra vida? Ésta pregunta de fondo que intenta responder Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser”… un tanto existencialista la pregunta en sí misma y una posible respuesta: “no”, por cierto. No pregunté porque fuera a desarrollar mi respuesta, sino porque estoy seguro que, aún con ese “no”, o un posible sí, las respuestas variarán en esencia, en la medida en que cada individuo asigne valores a sus distintos sufrimientos.

En este sentido, invito a todo venezolano dejar de poner puntos y asignar valores tan grandes en los malditos políticos que en gran medida son culpable de las circunstancias en la que nos encontramos, no vale la pena, no valen tanto; más vale una sonrisa con hambre por las mañanas, en busca de una mejor condición, que amargarse la vida por seres a los que probablemente tampoco enjuiciaremos. Lamentablemente vivimos en un mundo en el que el mal parece ganar la mayor cantidad de puntos en el combate, y tenemos que aprender a vivir con eso, a lamer las heridas por el tiempo que sea necesario para seguír nuestro camino; por más dificil que sea, toca construir y reconstrucción nuestra vida y apreciarla tal y como es, con una fundida intimidad inextricable de drama, acción, romance, comedia y hasta ficción, que una y otra vez nos lleva a un mundo de tristes emociones intensas hasta uno donde las risas son acompañadas con lágrimas de felicidad.

¿Por qué el fanatismo político nos lleva a la decadencia?

Por Valentina Gómez, economista y coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

El fanatismo político es un fenómeno peligroso que puede generar divisiones, conflictos y un deterioro en la calidad del debate democrático.

En primer lugar, el fanatismo político impide el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos, ya que quienes lo padecen tienden a cerrarse a ideas y opiniones diferentes a las suyas. Esto limita la diversidad de perspectivas y obstaculiza la posibilidad de encontrar soluciones efectivas a los problemas sociales, políticos y económicos. Además, el fanatismo político fomenta la polarización y el enfrentamiento entre grupos y personas con diferentes ideologías. Lo cual es un logro para el político idealizado. Fabricar a un fanático es conseguir un pensamiento uniforme que conocemos como pensamiento doctrinario.

Esto puede dar lugar a tensiones sociales, discriminación e incluso violencia. La falta de tolerancia y respeto hacia quienes piensan distinto contribuye a la creación de sociedades divididas y fragmentadas.

Otro aspecto negativo del fanatismo político es la pérdida de capacidad crítica y objetividad. Las personas fanáticas tienden a defender a sus líderes o partidos políticos ciegamente, sin cuestionar sus acciones o políticas. Esto compromete la capacidad de evaluar de manera imparcial y racional las decisiones y acciones de los líderes políticos.

Existe un caldo de cultivo que ayuda a que el fanatismo brote en las personas, según los estudios realizados en la Universidad Pontificia de Salamanca, algunos son:

a) Pobreza, exclusión o desposesión absolutas: Esta circunstancia alienta o una actitud de pasiva conformidad, resignación o asunción de lo irremediable e irreversible o una actitud de desesperada reivindicación de justicia e igualdad. Teresa Sanchéz dijo:

«Si nada hay que perder, y la vida está tan devaluada y degradada, es fácil arriesgar lo único que se tiene, el cuerpo, para denunciar la injusticia, llamar la atención del mundo o modificar el escenario en favor de una quimérica posibilidad de mejora. Perdida la esperanza, la libertad se evapora, fácil es entonces esclavizarse a cualquier promesa que contenga, aunque sea vagamente, una posibilidad de restaurar la ilusión» (2003)

b) Deterioro intelectual: Si no se ha desarrollado un pensamiento crítico con una amplitud y pluralidad de información la consecuencia probable será el empobrecimiento mental, la unilateralidad, seguir el pensamiento colectivo. Nos hacemos daño indirectamente cada vez que rechazamos el conocimiento y no accedemos a información variada, distintos líderes de opinión que nos ayude a cuestionarnos y encontrar lucidez.

c) Conflictos identitarios: Las personas necesitan ser parte de algo, sentirse parte de algo es casi tan importante como sentirse alguien. Es por esa razón que las personas buscan pertenecer a una familia, a un colectivo, a un grupo. Si bien nacer en un lugar puede ser algo fortuito pertenecer a un lugar es una conquista que tiene que ver con el afecto, el apego, la memoria, los vínculos establecidos desde la niñez. Lo vemos en pueblos que se fanatizan cuando sus ciudades son invadidas por otras identidades culturales y existe riesgo de cambio de nombre o de identidad nacional, regional o local.

Así como existe el caldo de cultivo existe el fabricante del fanático, se fabrica gracias a:

a) Manipulación: Toda persona contiene en su cerebro una parte donde se alojan los sueños, fantasías, impulsos, deseos. Esos deseos son manipulados por una persona que tenga habilidad comunicativa, lo suficientemente buena para influenciar a un grupo de personas, promoviendo una ideología extremista que en muchas ocasiones o es inalcanzable o no busca el bienestar común que prometen. En pocas palabras, utilizan la proyección que tienen las personas para manipularlas.

b) Alimentar las experiencias traumáticas: Los fanáticos tienen un sentimiento de injusticia por alguna experiencia que han vivido. El fabricante se aprovecha de estas experiencias, lo alimenta despertando sentimientos de resentimientos y deseos de venganza. Así comienza la separación de grupos.

c) Falta de educación: La falta de educación se le enlaza con falta de pensamiento crítico. Necesitas información, variedad de información y con ello una mentalidad abierta y una disposición al debate para tener un pensamiento crítico. El pensamiento crítico es lo que permite no seguir a la múltitud solo por inercia. Más importante aún, no tener una inquebrantable visión, ser flexible. El fabricante busca que la educación se deteriore destruyendo las instituciones y eliminado incentivos.

d) Desesperación: Algunas personas pueden buscar respuestas y soluciones simplistas. Debido a su inseguridad y desconfianza con las instituciones existentes, de esta forma apoyan sistemas extremistas como solución a sus miedos. Para fabricar a un fanático el fabricante nace de alguno de los extremos de las instituciones existentes y con su carisma y persuasión logra convencer a las personas de su solución, muchas veces (para no decir todas), “milagrosa” y por desesperación las personas siguen esa creencia que llevo a la solución milagrosa, sin cuestionarla.

En resumen, el fanatismo político es perjudicial para la sociedad, lleva a la decadencia social, política y económica. Promueve la intolerancia, el enfrentamiento y la falta de diálogo constructivo. Es fundamental promover un pensamiento crítico y una actitud abierta hacia las ideas y opiniones diferentes, para poder construir sociedades que participen y se preocupen por soluciones reales y no milagrosas, que también puedan identificar a un fabricante de fanáticos y no permitir que la visión sea nublada.

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[*] Este artículo fue publicado también en el Blog de la autora, en médium. Puede acceder presionando aquí.