La administración pública: ¿Más Estado o mejor Estado?

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

«Es importante resaltar que un Estado limitado no es un Estado débil, sino uno que reconoce sus propios límites. No monopoliza servicios, no compite con el ciudadano y no actúa como juez y parte en los procesos económicos y sociales.»

Oriana Aranguren

Durante décadas, la administración pública ha sido concebida como la gran maquinaria encargada de ejecutar las decisiones del Estado, regular la vida de los ciudadanos, gestionar servicios y, en muchos casos, intervenir en áreas que van desde la economía hasta la cultura. Su rol tradicional ha estado íntimamente ligado al modelo estatista: uno que asume que el Estado todo lo puede, todo lo sabe y todo lo debe regular. El resultado de esto ha sido predecible en muchos países: burocracia asfixiante, ineficiencia, un sistema clientelar donde la fidelidad política vale más que la competencia técnica, falta de transparencia y, muchas veces, corrupción.

Desde la mirada liberal, esta concepción es insostenible y, en consecuencia, surge una pregunta fundamental: ¿Debe desaparecer la administración pública en un Estado limitado? La respuesta es clara: en un modelo de Estado con límites bien definidos, la administración pública no se extingue, se reinventa. Su función no es expandirse, sino servir al ciudadano; no debe complicar procesos, sino simplificarlos; no debe intervenir en cada aspecto de la vida ciudadana, sino garantizar derechos fundamentales y asegurar que las reglas del juego sean claras, justas y accesibles para todos.

Sin duda, esta concepción plantea desafíos que parecen no haber sido resueltos cuando la administración pública se desprende de los modelos de Estados intervencionistas. Estos desafíos tienen implicaciones políticas, económicas, morales y tecnológicas, que han sido desglosadas a lo largo de este escrito en un intento por comprender el ideal de una administración pública verdaderamente eficiente.

El fundamento del Estado limitado

El liberalismo parte de una premisa central: la libertad individual es un valor supremo. El Estado existe para proteger esa libertad, no para socavarla. Por tanto, su rol debe limitarse a funciones esenciales e indelegables como la justicia, la seguridad y ciertas obras de infraestructura. Toda función fuera de este marco debe ser descentralizada o delegada a la sociedad civil y al mercado, que son más dinámicos, eficientes y responsables.

Varios autores han desarrollado este concepto. John Locke, en el Segundo tratado sobre el gobierno civil (1690), plantea que el Estado existe para proteger los derechos naturales del individuo: vida, libertad y propiedad. Cualquier expansión más allá de esa función debe ser cuestionada.

En la misma línea, Ludwig von Mises, en su obra Liberalismo (1927), afirma: “El Estado es el aparato de la coacción y de la compulsión. Para limitar el poder del Estado, debe restringirse su ámbito de acción.”

Es importante resaltar que un Estado limitado no es un Estado débil, sino uno que reconoce sus propios límites. No monopoliza servicios, no compite con el ciudadano y no actúa como juez y parte en los procesos económicos y sociales. En esencia, permite el desarrollo económico y social sin interferencias arbitrarias.

Entonces, ¿Cuál es el papel de la administración pública?

La idea de un Estado limitado no implica la abolición del gobierno ni la eliminación de sus estructuras operativas. Implica, más bien, una redefinición radical de sus funciones y alcances. En este marco, la administración pública —entendida como el conjunto de instituciones y personas encargadas de ejecutar las decisiones del poder político— debe asumir un nuevo rostro, coherente con los principios de eficiencia, transparencia, legalidad y respeto irrestricto a la libertad individual.

Incluso en un Estado mínimo, siempre habrá necesidad de una estructura administrativa encargada de garantizar procesos que permitan el desarrollo pleno del individuo. Su única legitimidad debe residir en su capacidad de proteger derechos, asegurar el imperio de la ley y operar los servicios esenciales con objetividad, sobriedad y transparencia.

En primer lugar, debe fungir como garante del marco legal y de la igualdad ante la ley. Esto implica una actuación guiada por normas generales e impersonales, evitando favoritismos, arbitrariedades y privilegios indebidos.

Otro aspecto fundamental es su carácter técnico, no ideológico. La administración no debe estar al servicio del partido gobernante ni convertirse en un botín político. Para ello, es clave consolidar un servicio civil profesionalizado, donde los funcionarios sean seleccionados por mérito y no por lealtades personales.

No obstante, la politización administrativa responde a una distorsión más profunda: la concentración del poder en una sola instancia. En contextos como el venezolano, esto ha significado la absorción total de los poderes públicos por parte del Ejecutivo, anulando la autonomía del Legislativo y del Judicial. El Ejecutivo actúa como una máquina cerrada, donde él mismo produce, ejecuta y valida sus decisiones, sin frenos ni contrapesos reales.

Frente a esta situación, se impone la necesidad de crear y fortalecer un sistema de contrapesos institucionales que garantice la división efectiva de poderes, preserve la autonomía de las funciones públicas y proteja al ciudadano frente al abuso de autoridad.

Finalmente, la administración pública debe operar con un alto estándar de transparencia y eficiencia. La reducción del tamaño del Estado no es únicamente un imperativo económico, sino también moral: se trata de evitar que los recursos públicos sean capturados por intereses particulares o dilapidados en estructuras inútiles. Cada gasto, cada trámite, cada política debe estar sujeta a evaluación y rendición de cuentas, abierta al escrutinio público y facilitada por herramientas de auditoría social. Es en este punto donde entran en juego dos ejes fundamentales: la tecnología y la educación ciudadana.

El uso de la tecnología para el logro de los objetivos

Transformar la administración pública bajo los principios de un Estado limitado es, sin duda, un desafío de gran envergadura. Sin embargo, esta tarea coincide con un contexto histórico favorable: el desarrollo tecnológico ofrece herramientas sin precedentes para lograrlo. Nunca ha sido más viable construir una relación directa, transparente y accesible entre el ciudadano y la administración pública. Lo que antes requería trámites presenciales y burocracia ahora puede resolverse desde una conexión a internet. La tecnología, bien empleada, es una aliada estratégica para construir instituciones más abiertas y responsables.

Podemos identificar dos grandes vertientes en las que la tecnología puede contribuir decisivamente:

1. Tecnología para facilitar procesos administrativos

La transformación digital debe enfocarse en simplificar procedimientos, reducir tiempos de espera y garantizar el acceso a servicios sin intermediarios. En este sentido, la tecnología actúa como un puente entre el Estado y el ciudadano.

Un ejemplo exitoso es el caso de Estonia, con su plataforma e-Residency, que permite a ciudadanos y residentes registrar empresas, pagar impuestos, obtener documentos y realizar trámites completamente en línea. Este sistema se apoya en bases de datos interconectadas y una identidad digital segura, incluyendo la firma electrónica, lo que garantiza la validez legal de cada operación.

Aplicado a Venezuela, sería posible desarrollar una plataforma nacional de trámites —un verdadero «Gobierno en una App»— que permita desde la emisión de partidas de nacimiento hasta la solicitud de cédulas o el pago de impuestos municipales. Esto reduciría errores, eliminaría espacios para la corrupción y aumentaría notablemente la eficiencia institucional.

2. Tecnología para la transparencia y la auditoría social

La segunda vertiente tiene un valor moral y político clave: permitir que la ciudadanía vigile al Estado. Aquí, la tecnología empodera a la sociedad civil y refuerza los contrapesos institucionales desde abajo hacia arriba.

Una herramienta prometedora en este ámbito es la tecnología blockchain, o cadena de bloques. Esta tecnología permite almacenar información de forma descentralizada, segura e inalterable. Funciona como un libro contable digital, donde cada bloque de datos está vinculado al anterior y no puede ser modificado sin alterar toda la cadena, lo que impide manipulaciones sin dejar rastro.

En el ámbito público, el blockchain podría transformar la auditoría ciudadana. Contratos, licitaciones, presupuestos y decisiones administrativas podrían registrarse automáticamente en plataformas públicas, accesibles para cualquier ciudadano en tiempo real. Esto reduciría significativamente la opacidad y convertiría al ciudadano en un actor clave del control democrático.

Llamado final: ciudadanía educada, piedra angular del cambio

Para concluir, es fundamental subrayar que ninguna reforma administrativa, por profunda que sea, podrá consolidarse sin el respaldo de una ciudadanía consciente, formada y comprometida. La eficiencia institucional y la transparencia tecnológica requieren ciudadanos capaces de interpretar la información pública, exigir cuentas y participar activamente en los asuntos colectivos. Promover una cultura cívica basada en el conocimiento de los derechos, la comprensión del funcionamiento del Estado y el uso crítico de las herramientas digitales es una tarea urgente. Solo con una ciudadanía educada será posible construir un Estado verdaderamente limitado, pero también funcional, justo y legítimo.

La raíz violeta de la Libertad: mujeres intelectuales y su legado en el pensamiento liberal

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

«Un mundo más libre para todos por igual requiere la plena participación de todas las mentes capaces, lo cual incluye a las mujeres, que no solo pueden ser sujetos de libertad, sino sus arquitectas y sus guardianas«

Oriana Aranguren

El pensamiento político liberal, que podemos decir que, a pesar de la diferencia en su espectro político, todos convergen en mayor o menor medida en hacer énfasis en la libertad individual, los derechos naturales, el gobierno limitado y el libre mercado, ha sido una de las fuerzas motrices más transformadoras de la modernidad. Desde sus inicios, ha desafiado el poder concentrado, arbitrario, y ha abogado por una sociedad donde cada persona tenga la autonomía para perseguir su propia felicidad y desarrollar su potencial.

Sin embargo, hasta el momento, sean por las razones que sean, la narrativa histórica de esta tradición intelectual a menudo ha relegado a un segundo plano, o incluso omitido, las cruciales contribuciones de las mujeres. En vista de ello, en este artículo me propongo reivindicar esa “raíz violeta” de la libertad, explorando el aporte, grande o pequeño, de mujeres intelectuales al pensamiento liberal y libertario, y extendiendo una invitación a las mujeres de hoy a sumergirse en la intelectualidad en búsqueda de un mundo más libre para todos.

Para empezar, es innegable que los cimientos del liberalismo fueron predominantemente establecidos por figuras masculinas como John Locke, Adam Smith, Montesquieu, Frédéric Bastiat, o más recientemente Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, que deriva en muchos otros pensadores más contemporáneos, como Robert Nozick, Murray Rothbard, Jesús Huerta de Soto, entre muchos otros, más o menos radicales, unos tendiendo más al anarquismo, otros al liberalismo clásico, otros al minarquismo. Sus ideas sobre el consentimiento de los gobernados, la separación de poderes, la mano invisible del mercado, la importancia de la libertad de expresión, el orden espontáneo —o extenso—, la acción humana, la empresarialidad innata en el ser humano, entre otros aportes, siguen siendo pilares del pensamiento liberal y libertario.

No obstante, sería un craso error asumir que el desarrollo y la profundización de estos principios fueron un monólogo masculino. Mujeres pensadoras, a menudo enfrentando barreras sociales y académicas significativas, no solo abrazaron estos ideales, sino que los expandieron, los criticaron constructivamente y los aplicaron a realidades que sus contemporáneos masculinos frecuentemente ignoraban, algunas especialmente en lo referente a la condición femenina. Podemos mencionar a algunas de ellas:

Mary Wollstonecraft, la escandalosa

Una de las primeras y más influyentes voces fue Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa inglesa. En su obra seminal Vindicación de los derechos de la mujer (1792), Wollstonecraft aplicó de manera rigurosa los principios liberales de la razón y los derechos individuales a la situación de las mujeres, argumentando con vehemencia que la aparente inferioridad intelectual de las mujeres no era inherente, sino producto de una educación deficiente y de una sociedad que las confinaba al ámbito doméstico —era contingente—. Para Wollstonecraft, la libertad individual y la autonomía moral eran imposibles sin el acceso a la educación y la participación en la vida pública, lo que la llevó a demandar una igualdad en la educación y el reconocimiento de la capacidad racional de las mujeres, marcando un hito en la historia del pensamiento del feminismo liberal. Marcada por la época, sostenía que para que la libertad fuera verdaderamente universal, debía incluir a esa mitad de la humanidad, muchas veces relegada a las labores domésticas.

De hecho, Wollstonecraft se caracterizó por defender un orden social fundamentado en la razón —algo que se replicaría más tarde con Ayn Rand, de quien hablaremos un poco más adelante—. Si bien es cierto que muchas veces la pensadora es conocida por —aparentemente— una vida alborotada, eso no resta importancia a su lucha por la libertad, especialmente por la de las mujeres[1] y los mismos derechos de los hombres[2]. También, y a modo de dato curioso, destaca que, a pesar de ser mujer del siglo XVIII, fue capaz de establecerse como escritora profesional e independiente en Londres, algo inusual para la época, aunque murió temprano, a los 38 años de edad.

La controvertida Harriet Taylor Mill

Avanzando en el tiempo, encontramos figuras como Harriet Taylor Mill, filósofa inglesa, quien, aunque a menudo eclipsada por su esposo John Stuart Mill, fue una colaboradora intelectual crucial en obras tan importantes como “Sobre la libertad” y autora de “La emancipación de la mujer”, consolidándola como una defensora de los derechos de las mujeres. El mismo John Stuart Mill reconoció la gran influencia de su esposa en su pensamiento, en particular en sus ideas feministas. Taylor Mill defendió con pasión la igualdad absoluta ante la ley entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos: político, legal, social y doméstico. Si bien es cierto que su pensamiento radicalizó, al punto en el que pareciera tender al socialismo, no elimina sus aportes en la consistencia de la concepción de la libertad que tenía su esposo sobre la individualidad y la libertad, argumentando que la negación de la libertad a las mujeres no solo era una injusticia para ellas, sino una pérdida para toda la sociedad, que se privaba así del talento y la contribución de la mitad de sus miembros. De alguna manera, su visión sobre la libertad y la igualdad se extendió a la crítica de las convenciones sociales que coartaban la libertad individual, abogando por una reestructuración profunda de las relaciones entre hombre y mujer.

Ayn Rand y el objetivismo

Llegado el siglo XX, la tradición liberal y, más específicamente, la libertaria, se vio enriquecida por pensadoras de la talla de Ayn Rand, quien, aunque controvertida, no se puede negar la gran influencia que ejerció en el movimiento libertario. Sin duda alguna, es la más conocida de todas, y no podía faltar en esta lista. A través de sus novelas[3] y ensayos[4], Rand desarrolló una filosofía objetivista que colocaba la razón individual, el egoísmo racional y el capitalismo laissez-faire en el centro de su sistema filosófico, conocido como: “objetivismo”.

Con su personalidad característica, Rand defendió la santidad del individuo frente al colectivismo y el estatismo, argumentando que el único sistema social moral es aquel que protege los derechos individuales, especialmente el derecho a la propiedad y a la búsqueda de la propia felicidad sin coerción, al punto en el que su defensa de la libertad individual y su crítica al poder estatal resuenan profundamente en el pensamiento libertario contemporáneo. Rand dejó plasmado en todas sus obras un contundente mensaje, a saber: que la mente individual es la herramienta fundamental de supervivencia y progreso, y que cualquier intento de subyugarla en nombre de un supuesto bien común era moralmente reprobable.

Rose Wilder Lane y su férrea defensa por la libertad individual y sus argumentos contra el racismo

Otra figura destacada, aunque quizás menos conocida popularmente, pero de gran influencia en círculos académicos libertarios, es Rose Wilder Lane. Hija de la famosa autora Laura Ingalls Wilder, Lane fue una periodista y escritora política que evolucionó hacia una defensa acérrima del individualismo y el antiestatismo. En obras como The Discovery of Freedom (1943), Lane argumentó que la historia de la humanidad es una lucha constante por la libertad individual contra la autoridad coercitiva, que busca someter la voluntad de muchos a los designios caprichosos de unos pocos. Enmarcada en su pensamiento, contemporánea con Ayn Rand, dio suma importancia de la energía individual, la creatividad y la cooperación voluntaria como motores del progreso social y económico, contrastándolos con la ineficiencia y la opresión inherentes al control gubernamental, sentándose así de este modo como una de las fundadoras del movimiento libertario estadounidense.

Cabe señalar que Rose Wilder Lane, aunque carecía de estudios formales, leyó con mucho entusiasmo y aprendió por sí misma varios idiomas, y más tarde empezaría una carrera como escritora (1908). Tiempo después, en los albores de la entrada de EE. UU. a la Primera Guerra Mundial, acepta una oferta de trabajo como asistente de redacción del personal del San Francisco Bulletin, donde rápidamente demostraría su capacidad para escribir y corregir lo que hacían otros autores, consiguiendo que su foto y firma circularan en el diario del mismo medio. Es en este periodo donde produce varias novelas, trabajos periodísticos y relatos sobre temas varios. Para 2918 consigue consolidarse como una escritora independiente, siendo nominados algunos de sus cuentos para los Premios O. Henry y volviéndose top Sellers otros tantos. Ya para finales de los años 20, Lane tenía la reputación de ser una de las escritoras mujeres mejor pagadas de EE. UU.

Sin embargo, sería en la década de los 40 hablaría más sobre su visión de la sociedad, destacando su columna semanal para The Pittsburgh Courier —el diario afroamericano más leído en el momento— (1942-1945). Desde ese momento, habló abiertamente sobre su perspectiva laissez-faire a todos sus lectores, resaltando su defensa a la libertad, sobre todo en contra del racismo[5]. En sus palabras, las categorías de razas eran ridículas, y demandaba a todos los estadounidenses a abandonar “la raza” y defender la libertad individual, aprovechando cada oportunidad que tuvo para arremeter contra las ideas del New Deal promovido por el presidente Franklin D. Roosevelt, por considerarlas colectivistas y un virus que envenenaba la mente de los jóvenes[6].

Deirdre McCloskey y su trilogía sobre las virtudes burguesas

Más recientemente, pensadoras como Deirdre McCloskey, historiadora económica y crítica social, han realizado contribuciones significativas al entendimiento liberal del progreso y la prosperidad. En su trilogía sobre la “Era Burguesa”, McCloskey ha argumentado que el gran enriquecimiento de los últimos siglos no se debió principalmente a factores materiales como el capital o las instituciones, sino a un cambio en las ideas y la ética, a saber: la creciente aceptación y valoración de las virtudes burguesas como la innovación, el comercio, la prudencia y la búsqueda del beneficio. En su obra, subraya la importancia de la libertad de ideas, la persuasión y el respeto por la dignidad individual como fundamentos de una sociedad próspera y dinámica. No conforme con esto, McCloskey también ha sido una defensora de la libertad de mercado desde una perspectiva ética, enfatizando cómo los intercambios voluntarios benefician a todas las partes y fomentan la cooperación.

Por mujeres más intelectuales

Todas estas mujeres, entre muchas otras —pensemos en Madame de Staël y su defensa de las libertades individuales frente al despotismo napoleónico; o en Suzanne La Follette y su temprano análisis libertario del feminismo en Concerning Women (1926) y su total rechazo al comunismo—, no solo adoptaron los principios liberales, sino que los desafiaron, los refinaron y los aplicaron de maneras novedosas y cruciales, demostrando, así, que la lucha por la libertad individual es inseparable de la lucha por la igualdad ante la ley, independientemente del sexo, raza o religión, y que una comprensión profunda de la libertad requiere examinar cómo las estructuras de poder, indepentientemende de sus ámbitos o campos, la limitan.

En este marco, habiendo nombrado los aportes de algunas pensadoras con más o menos relevancia, solo cabe decir que su legado es un llamado a la acción. En un mundo que todavía enfrenta numerosas amenazas a la libertad individual, desde el resurgimiento de autoritarismos hasta la expansión insidiosa del control estatal y la persistencia de desigualdades estructurales que son auspiciadas por la intervención estatal, la necesidad de pensamiento crítico y profundo es más urgente que nunca.

Cabe señalar que el pensamiento liberal y libertario ofrece un marco robusto para analizar estos desafíos y proponer soluciones que pongan al individuo en el centro, pero no todas las preguntas tienen respuestas; aún quedan espacios vacíos en donde los nuevos intelectuales, incluyendo las mujeres, pueden aportar un grano de arena para el avance teórico del mismo, para una mejor defensa de la libertad.

La invitación, entonces, se extiende con especial énfasis a las mujeres de hoy. La historia nos muestra que su participación en la arena intelectual no es un mero complemento, sino una fuerza esencial para el avance de la libertad. Dedicarse a la intelectualidad, al pensamiento profundo, a la investigación rigurosa y al debate valiente no es una tarea reservada a unos pocos, ni mucho menos a un solo género, sino que requiere curiosidad, disciplina, coraje para cuestionar lo establecido y, sobre todo, una pasión por la verdad y la libertad.

Al sumergirse en el estudio de la filosofía política, la economía, la historia y las ciencias sociales desde una perspectiva liberal y/o libertaria, las mujeres pueden no solo enriquecer estas tradiciones con sus propias experiencias y perspectivas, sino también desarrollar las herramientas para defender eficazmente sus propias libertades y las de los demás, pueden identificar y desafiar las formas sutiles y no tan sutiles en que la libertad es coartada, ya sea por la intervención gubernamental excesiva, por prejuicios sociales arraigados o por la intolerancia cultural.

Un mundo más libre para todos por igual requiere la plena participación de todas las mentes capaces, lo cual incluye a las mujeres, que no solo pueden ser sujetos de libertad, sino sus arquitectas y sus guardianas. Si bien el camino de la intelectualidad es arduo, sus frutos —la claridad de pensamiento, la capacidad de persuasión, la formulación de soluciones innovadoras y, en última instancia, la expansión de la libertad humana— son inconmensurables. Hoy, tenemos la oportunidad de seguir el ejemplo de Wollstonecraft, Taylor Mill, Rand, Lane, McCloskey y tantas otras. Más que la oportunidad, tenemos la responsabilidad de tomar el relevo y seguir arraigando esas raíces violetas del árbol del pensamiento liberal. La invitación está hecha: el mundo necesita nuestras ideas, nuestras voces, y nuestro inquebrantable compromiso con un futuro donde cada individuo, sin excepción, pueda florecer en libertad.


[1] Su trabajo más conocido es: “Vindicación de los derechos de la mujer”.

[2] Tan solo ver la carta: “Vindicación de los derechos del hombre”, enviada a Edmund Burke, en respuesta a sus reflexiones sobre la revolución francesa. Allí, Wollstonecraft ataca las premisas de Burke en defensa de la monarquía constitucional, la aristocracia y la iglesia, para hacer una defensa del republicanismo. Es, de hecho, en esta obra en la que se encuentran las ideas fundamentales para el texto que escribiría después en defensa de los derechos de la mujer: “Vindicación de los derechos de la mujer”.

[3] El manantial; La Rebelión de Atlas; Los que vivimos; Himno.

[4] Como los recogidos en la obra: “La virtud del egoísmo”.

[5] De hecho, sus columnas resaltaron las historias exitosas de los negros para así demostrar temas más amplios sobre emprendimiento, libertad y creatividad.

[6] Al respecto, puede ver: Selling Laissez-faire Antiracism to the Black Masses. Puede acceder al texto a través de: https://web.archive.org/web/20110720230350/http://www.as.ua.edu/history/html/faculty/Beito_Independent%20Review%20(3).pdf (Consultado el 19 de mayo de 2025).

El mito de la tendencia al equilibrio: ¿Por qué las tasas de ganancias no tienden a igualarse en un mercado libre?

En el presente ensayo, el autor aborda al mercado como un sistema que no tiende al equilibrio en las tasas de ganancias, entre otras, yendo incluso en contra de algunas posturas de la Escuela Austriaca de Economía, para una defensa más óptima sobre las ideas de la libertad y la economía.

Para acceder a él, presione aquí.

La circularidad venezolana y sus analistas ciegos: una respuesta a Fernando Mires y su baile en el círculo

Por Roymer Rivas, un simple estudiante comprometido con la verdad, teórico del Creativismo Filosófico.

Introducción

Desde hace un buen tiempo sostengo que Venezuela es una sociedad del bucle —llagando a decir incluso que era un buen título para un libro: “La sociedad del bucle”…—, porque a sus miembros les encanta ese retorno constante a los mismos procesos y sin sabores, a los mismos discursos, a lo mismo de todo, en cuanto a puntos esenciales de su realidad social y política se refiere. No obstante, también he resaltado que Venezuela no es una “sociedad del bucle” porque comete los mismos errores históricos —aunque es parte importante—, sino porque se ha convertido en un ente que ha internalizado la estructura misma de la repetición como su principio organizador fundamental[1], es la “maldición del mismo proceso”, como, entre otros textos, lo expresé en mi ensayo para las elecciones intrascendentes que se celebraron el 28 de julio[2].

En este marco, “el tiempo, en lugar de avanzar hacia lo nuevo, se curva sobre sí mismo, devorando cada instante en la prefiguración de su retorno. Es un laberinto temporal, una ilusión de progreso que se convierte en el más cruel de los espejismos; se invoca el cambio, se proclaman nuevas eras, pero bajo la epidermis retórica palpitan los mismos órganos ancestrales del Corpus Institutorum Societatis, impulsando las mismas pulsiones, engendrando las mismas frustraciones. Con ello, llega la fatiga. Ya lo he dicho antes, es como ir en una caminadora de hacer ejercicio, pero sin parar y sin alimentarnos”[3], como si un video se reprodujese una y otra vez, pero con diferentes caras en los personajes —aunque su estructura intelectual es esencialmente la misma—.

Por esa misma razón me ha pesado decir que “si esta sociedad no reconoce su situación, no dejará de asistir a una parodia del eterno retorno nietzscheano, aunque despojada de su afirmación vitalista y convertida en una condena a la inmovilidad. El espíritu de esta sociedad, al igual que la cubana y la norcoreana, se marchitará en la ausencia de una verdadera teleología, donde el futuro no es una promesa abierta, sino una sombra espectral del pasado.”[4]

Dadas las circunstancias, algunos parecen haber aprehendido de alguna manera tal situación —¿Por intuición?—, pero sin la profundidad necesaria para captar sus diversas implicaciones y consecuencias, llevándolos a elaborar análisis distorsionados de la realidad política venezolana, sirviéndoles para justificar posturas que adolecen del mismo vicio original. Tal es el caso de Fernando Mires, quien, en un artículo titulado: El país dónde la historia se repite[5], nos presenta una Venezuela atrapada en una recurrencia trágica, un escenario donde los actores políticos han transitado un círculo vicioso, para luego hacer un diagnóstico que choca sin reservas con una dolorosa verdad: su interpretación de las dinámicas electorales, de la “oposición” venezolana que “afrontar la crisis” y, en general, de los diversos eventos que han tenido lugar en —por lo menos— los últimos 20 años, está llena de contradicciones internas, falencias analíticas y subestimación del sistema criminal que rige en el país y que, en lo personal, he expuesto sistemáticamente en diversos artículos y ensayos.

Este ensayo se propone, en primera instancia, deconstruir críticamente los argumentos de Mires referentes a la supuesta eficacia de la vía electoral y la naturaleza de la confrontación política en Venezuela, evidenciando cómo su perspectiva, aunque lúcida en ciertos aspectos —no por nada coincidimos en la naturaleza repetitiva de la crisis en Venezuela, aunque diferimos notablemente en la evaluación de roles y la utilidad de la participación electoral—, termina por sucumbir a un optimismo que la propia realidad venezolana, y su misma narrativa, desmienten —lo cual no hacen más que inferir, que Mires, aunque critica la repetitividad de procesos, se encuentra él mismo bailando en el círculo que crítica—. En segunda instancia, nos adentraremos en la problemática caracterización de los disensos opositores —¿Son traidores o no los electoralistas, después del evento del 28 de julio?—, la matizable necesidad de factores internacionales —¿Debe depender o no el proceso nacional del apoyo internacional? ¿Por qué? ¿En qué grado o nivel? ¿Con qué fines?— y, fundamentalmente, la irresolución del dilema entre “sentar presencia” electoral y el riesgo de legitimar un sistema que perpetúa el ciclo que el propio Mires denuncia. Sin más, comencemos.

La ilusoria noción de “Victoria” y la falacia de la “estrategia probada como exitosa”

Uno de los pilares del argumento de Mires es la aseveración de que María Corina Machado, demostró que, en un escenario electoral, “la oposición unida y organizada, con objetivos claros y precisos está en condiciones de derrotar a Maduro” y que, consecuentemente, la vía electoral es una “estrategia probada como exitosa”, por lo cual es “absurdo” renunciar a ella. No obstante, tales afirmaciones se enfrentan a serias objeciones fácticas —por no decir que también filosóficas y adentrarnos en el fracaso de ese dios que llaman Democracia, no solo en el mundo, sino especialmente en Venezuela; una realidad que, groso modo, explico en la primera parte del ensayo sobre las razones por las cuales no voté el 28 de julio. A mi juicio, lo que sufrimos hoy es consecuencia directa de tal aberración de sistema[6]—.

En principio, cabe preguntarse: ¿Qué entiende Mires por “derrota” y “éxito” en el contexto de un régimen autoritario y que se perfila al totalitarismo? Si “derrotar” se limita a obtener una mayoría en el conteo de votos de los procesos electorales —como Mires parece sugerir con la “apoteósica” campaña de Machado—, estamos ante una concepción de victoria peligrosamente superficial. La historia más inmediata en Venezuela nos ha mostrado que tales “victorias” son pírricas si no se traducen en una transferencia efectiva del poder o una alteración importante de la estructura criminal que domina en el país. Esta es una verdad fulgurante que ensordece cualquier sonido de duda, y es precisamente una de las razones por las que he hablado y calificado a todos estos movimientos “opositores” del pasado y presente como “espejismos de cambio”.

El no comprender el cariz de cada uno de los problemas que hemos enfrentado es lo que ha llevado a millones a creer que se podía ganar de forma pacífica a quienes se dieron a conocer de forma violenta, llegaron al poder con un proyecto criminal, y se instalaron en él aprovechando todas las herramientas que el mismo sistema democrático les brindó.

Entre otras cosas, las elecciones para la consulta de la reforma constitucional del año 2007 y las parlamentarias del año 2015 nos recuerdan que no importa qué pase en las elecciones, quienes ejercen el poder en Venezuela imponen todo lo que se establecen como objetivos, tarde o temprano. A pesar de la aparente “derrota” del régimen en el 2007, lograron instalar un Estado comunal paralelo con leyes orgánicas y otras regulaciones, todo ello sin que la oposición mostrara su desprecio a las leyes que, a todas luces, son inconstitucionales. Y no hablemos del silencio de los poderes públicos sobre el tema y la posibilidad de reelección indefinida que se aprobó en el año 2009. “Es más, muchos de los que hoy se consideran “oposición” estuvieron a favor de algunas acciones que beneficiaban al sistema chavista en su momento, como lo fue el apoyar la ley de desarme de la población —incluyendo María Corina Machado—”[7].

Asimismo, en el 2015, millones de venezolanos celebraron la victoria de una mayoría “opositora” en la Asamblea Nacional, y puede considerarse así en circunstancias normales —énfasis en: “circunstancias normales”—, “pero no pasó mucho tiempo para que, con interpretaciones legales, el régimen desestimara la Asamblea del 2015 dominada por “la oposición”. Van y vienen argumentos de parte y parte, pero, tal como advierte la teoría e ilustra la práctica desde hace mucho tiempo, al final las mayores fuerzas del Estado, el que impone la ley, terminan ganando.”[8] En el año 2017, “el TSJ chavista emite una sentencia de desacato de la AN2015, por lo cual queda sin efecto cualquier cosa que emitiera la institución, y se atribuye a sí misma sus funciones, extendiendo además los poderes del Ejecutivo. La acción que sigue ahora es crear una Asamblea Nacional Constituyente que se colocó por encima de todos los poderes y terminó por aprobar leyes a gusto del régimen para poder reprimir a todo el que se le opusiera, aunque, a modo de chiste perverso, tal constituyente no dio como resultado una nueva constitución, tan solo fue maraña que intentó justificar las arbitrariedades del Estado.”[9]

Estas acciones del régimen son totalmente ilegales, evidentemente; nadie sensato ha de cuestionar eso. Es ilegal e inmoral, incluso si se toman en cuenta las mismas leyes y principios que ellos han creado y dicen promover. Sin embargo, “no podía esperarse otra cosa, de los bárbaros no puede esperarse más que un garrotazo, y es triste que muchos en serio creyeran que le podrían hacer contrapeso al régimen desde el poder legislativo”[10]. Entonces, es sorprendente cómo Mires tiene la osadía de decir que la oposición unida y organizada en torno a un proceso electoral puede “derrotar a Maduro” y que es “absurdo” abandonar lo que se ha mostrado como “exitoso”, porque “los cuatro puntos indican que la oposición para subsistir debe ser democrática, constitucional, pacífica y electoral”.

Aquello que Mires destaca no repara en los hechos de que, aun con la oposición unida, ellos mismos se han mostrado, más que ineficaces, en la consecución de la libertad en Venezuela, como las vitaminas que han fortalecido al régimen por tercamente continuar en una dinámica estancada —que el mismo Mires reconoce, pero que aun así, mágicamente, se olvida del pedazo de la historia que contradice su postura electoralista—. Contrario a lo que sostiene Mires, los hechos ilustran que la estrategia electoral ha fracasado para derrotar al chavismo en el sentido de lograr un cambio de gobierno. Esos supuestos “éxitos” no han trascendido de movilización o victorias contables parciales que el régimen luego ha neutralizado por completo. Esa capacidad de “derrotar a Maduro” electoralmente es una persecución tantálica por la libertad, el cambio y/o la transformación que necesita el país —un suplicio del que difícilmente se saldrá si sigue existiendo el tipo de pensamiento que sostiene Mires, lamentablemente—. La unidad que tanto reivindica Mires se ha mostrado ineficiente, sobre todo porque los medios a los que se han apelado para alcanzar los fines parecen alejarlos cada vez más de ellos.

Lo que sí es fáctico, efectivo, probado, es que la oposición y chavismo viven en una inexorable simbiosis; esa oposición venezolana es el opuesto que necesita su contrario para existir. La realidad no ha indicado otra cosa, más que eso.

En esta línea, destaca la contradicción más flagrante que reside en el planteamiento y la narrativa de Mires, a saber, que tras ensalzar la capacidad de organización y movilización de Machado y la vía electoral, él mismo introduce el desenlace de un “grotesco fraude” perpetrado por el chavismo. En este escenario, surge entonces la pregunta ineludible: ¿Cómo puede una estrategia que culmina en la anulación de la voluntad popular mediante un fraude ser catalogada como “probada como exitosa”? El “éxito” que Mires describe, esa movilización y unificación momentánea de la oposición, es un —discutible— “logro” de proceso[11], no de resultado tangible en términos de acceso al poder o transformación del sistema. De hecho, es un logro del proceso en el que han estado sumergidos en repetidas ocasiones, con el mismo desenlace. Es aquí donde la argumentación de Mires se torna inconsistente: celebra una herramienta cuya ineficacia final él mismo parece constatar, por lo cual, deja entrever que él mismo padece de la circularidad venezolana que pretendió señalar en un principio.

La subsistencia de la oposición que necesita el régimen

En este sentido, hemos de darle otra interpretación a las palabras de Mires cuando dice: “Los cuatro puntos indican que la oposición para subsistir debe ser democrática, constitucional, pacífica y electoral”, pues, es cierto, pero solo a medias. La única parte que podría considerarse verídica en la afirmación es que, efectivamente, la “oposición” venezolana necesita apegarse a esos preceptos para poder subsistir dentro de este sistema. Es precisamente esta adaptación la que la hace funcional o servil al régimen, en contraste con aquella verdadera oposición, que no es la que dice solo “oponerse” al Estado criminal, sino la que entiende realmente dónde está parada y lo que se necesita para salir de ella, esa que no ha subsistido porque ha sido asesinada, maltratada, silenciada, y no reconocida, por ambos bandos.

Es absurdo hacer tal afirmación en un contexto en el que el régimen chavista precisamente no opera consistentemente bajo estos principios con los que pretenden imputarles “éxitos” a la “oposición”. El carácter “democrático” y “constitucional” son amañados a conveniencia del poder establecido; y lo “pacífico” ha sido vulnerado en todos los casos por la represión estatal. Por lo tanto, reactivar estos puntos, sería apelar a un marco que el adversario no respeta o manipula.

Como si esto no fuera suficiente, he de recordar que, si bien los eventos electorales pueden fungir como catalizadores para coaliciones tácticas, la fragilidad y, a menudo, la superficialidad reinan en estas uniones de la “oposición” venezolana. En cada momento, sin excepción, tales uniones suelen enmascarar profundas divergencias estratégicas o, como ya he señalado antes, complicidades ideológicas subyacentes con el estatismo que caracteriza al propio régimen. Ergo, es una unidad insostenible, incapaz de generar un cambio real, pues el mismo demanda una convergencia mucho más profunda en principios y objetivos.

Balas vs votos: la dicotomía insuficiente que no capta la complejidad del poder criminal

Siguiendo con el texto, Mires articula gran parte de su análisis en torno a la dicotomía “la lógica de las balas vs la lógica de los votos”, donde el gobierno posee la primera y la oposición la segunda. Sin embargo, aunque esta formulación tiene un impacto retórico y capta una asimetría evidente, su aplicación como marco analítico resulta una simplificación que no aprehende la complejidad de las estrategias que ha implementado el régimen para su dominación autoritaria. Mires no parece entender que el problema no radica únicamente en que el régimen tenga “las balas”, sino en que también cuentan con la habilidad y los mecanismos para utilizar ese poder coercitivo —y la amenaza latente del mismo, porque por algo no pocos temen votar en este contexto— para distorsionar, manipular y, en última instancia, controlar el terreno donde se disputan “los votos” —que es la “lógica” que posee la oposición—, despojándola de su posible eficacia.

Por todo ello, no se trata de dos lógicas separadas que compiten en igualdad de condiciones, sino de una lógica —la electoral— que opera bajo la sombra y la influencia determinante de la otra —la coercitiva y el control institucional absoluto—. ¿En serio es necesario recordar que el Estado venezolano no es un árbitro neutral de la contienda electoral y que sus instituciones fungen como principales garantes de la continuidad del régimen? Así pues, la afirmación de Mires de que “la lógica de toda política abstencionista solo puede tener como objetivo una salida golpista o una invasión extranjera” constituye una generalización apresurada y una reducción de las motivaciones posibles para la abstención, aunque, he de aceptarlo, es la generalización en la que han caído esos “opositores” a los que él critica, por lo cual —en ese marco— se entienden sus palabras, pero yo no vine aquí a defender a uno y otros, sino a hacer una descripción realista de la situación venezolana, que me lleva inevitablemente a posicionarme en contra de ambos.

En esencia, dado el contexto actual venezolano y los fines que pretenden alcanzar los vendedores de humo seriales que cuentan con las cámaras de la farándula[12], la abstención es un rechazo ético y estratégico a un sistema fraudulento que solo sirve para legitimar al poder establecido, así como una toma de conciencia necesaria que fundamentará las acciones imprescindibles para una transformación más profunda.

Sobre los “traidores”, “posiciones cambiantes” y las circunstancias

En el artículo, Mires aborda la acusación de “traición” por parte de Machado hacia los sectores de la “oposición” que participarán en las elecciones de este mes, argumentando que “en política (…) no existen las traiciones. Solo existen posiciones cambiantes”. Pero, si bien es cierto que el término “traición” es sumamente cargado y que la fluidez es inherente a la política —dentro del mismo espectro del sistema, cabe decir, porque nada se concibe fuera de él, poniendo en entredicho cuan fluido es esa “fluidez inherente a la política” institucional que conocemos hoy—, esta afirmación corre el riesgo de simplificar en exceso la dimensión ética y la profundidad de las rupturas estratégicas en contextos de crisis aguda.

Mires no repara en el hecho de que desestimar por completo la percepción de “traición” en escenarios donde se percibe que se abandonan principios fundamentales o estrategias consensuadas con un alto coste popular, es obviar el componente moral inherente a la acción política. Por consiguiente, no se trata meramente de “posiciones cambiantes” —como quiere venderlo y como si fuesen simples ajustes tácticos en un juego ordinario—. En la Venezuela de hoy, que es la misma de ayer y será la misma de mañana, porque es cíclica, visto desde el foco de todos los que apoyaron el movimiento que desembocó en la participación de las elecciones del 28 de julio del 2024, un viraje estratégico puede interpretarse como la claudicación de una causa común o el menoscabo de la confianza depositada.

En esta línea, a continuación, se debe comprender que la oposición no se limita a errores de cálculo, sino que apunta a una falta de principios firmes. Es decir, la frustración que podría generar la etiqueta de “traidor”, aunque Mires la atribuya a una deriva autoritaria de Machado, es síntoma de una exasperación popular ante lo que se percibe como un patrón incoherente y de claudicación. De esto se infiere que la cuestión no es si el cambio de posición es aceptable per se, sino si dicho cambio se alinea con los fines y principios proclamados, o si, por el contrario, representa una concesión que socava la posibilidad de una transformación que se amoldaba a quienes se sienten traicionados.

Es en este punto en el que destaco que todo es visto desde la percepción de éstos, de quienes “se sienten traicionados” y, naturalmente, los que acusan a los electoralistas de “traidores”, porque, visto con lucidez y en el marco de una transformación genuina, evidentemente todos son traidores, incluyendo a Machado. Lo son porque traicionan el ideal de libertad al apelar a medios que alejan a toda una sociedad de ella, tanto aquellos que la promueven, como quienes los siguen como borregos. Al final, no se puede hablar de lealtad frente a mitómanos patológicos, cuya imaginación es un universo paralelo donde la verdad y la sensatez son turistas despistados, que han dejado la vida de muchos a la intemperie.

La interdependencia internacional, el régimen y el proceso emancipador

Siguiendo con su arranque psicótico, Mires sugiere que uno de los —supuestos— logros de Machado fue demostrar que “no es necesario hacer depender el proceso nacional del apoyo internacional, como intentó hacerlo Guaidó”. Esto es, nuevamente, una media verdad. Si bien es cierto que se puede aceptar la crítica a una sobre-dependencia de factores externos, la idea de una emancipación del contexto internacional en la lucha contra un régimen autoritario consolidado es, desde una perspectiva realista, difícil de sostener.

Para empezar, Guaidó obtuvo un apoyo internacional que hasta el momento no tiene Machado ni Edmundo González. Si falló en lo que decía que conseguiría, esa famosa consigna de “cese la usurpación, transición y elecciones libres”, fue precisamente por las fallas internas, no externas. Entonces, el argumento de Mires se cae por completo, porque el caso Guaidó que cita en su afirmación lo contradice. Con Guaidó, al principio, todos estaban “unidos”, pero no fue una unión en pro de la libertad del país, aunque así lo vendieron, sino para llenar sus bolsillos a costa de la miseria de millones de venezolanos.

Por otro lado, es necesario tener en cuenta que no estamos en el siglo XIX y XX. En la actualidad, los regímenes autoritarios no existen en un vacío; a menudo se sostienen gracias a alianzas geopolíticas, apoyo económico y diplomático externo. Venezuela es un claro ejemplo de esta dinámica. Por ende, aunque la agencia principal del cambio debe residir en las fuerzas nacionales, ignorar la influencia —positiva y/o negativa— del entorno internacional es poco realista. Pero si se quiere que algunas de esas acciones sean eficaces, es necesario una alineación interna sólida que articule todas las acciones necesarias para la libertad. En suma, es subordinar lo externo a la primacía de la transformación interna. El problema es que, con estos políticos a la cabeza, y con la calidad de seguidores que tienen, eso se presenta imposible.

El dilema irresuelto para Mires: “Sentar Presencia” vs “legitimar la farsa”

Mires expone con claridad el debate perenne dentro de la “oposición” venezolana, a saber: participar para “sentar presencia” y no “regalar” espacios institucionales, versus el riesgo de legitimar elecciones fraudulentas. Los que piden participar, en su relato, argumentan que (i) “la ausencia cuenta menos” y que (ii) “todos los éxitos de la oposición han sido electorales”. Pero, este es el punto en el que relucen los peores errores en su análisis.

Como ya se ha expresado, es falso de que “todos los éxitos de la oposición” hayan sido electorales. De hecho, en todo tiempo y lugar, se han encontrado con el fracaso. En adición, y volviendo el foco al argumento (i), muchos parecen no comprender que el valor de “sentar presencia” es cuestionable si dicha presencia se ejerce en instituciones vaciadas de poder real o fácilmente neutralizables por el régimen. Ergo, cabe preguntarse: ¿Constituye la participación electoral una presencia significativa o meramente simbólica, que contribuye a mantener la fachada de un pluralismo inexistente? Si acaso alguno llega a recibir cuotas de poder, serán bajo el yugo del chavismo, y será un regalo de espacios institucionales en un sistema intrínsecamente antidemocrático en su práctica, por lo cual terminan convirtiéndose en cómplices de sus crímenes.

Causa profunda ignominia que lleguen personas expresando cosas del tipo: “elegimos nuestro derecho a votar”, porque choca frontalmente con el sistema de control —opciones controladas— en el que vivimos. Si el proceso está viciado y las opciones son limitadas o impuestas por el poder, el “derecho a votar” se convierte en una formalidad viciada, una participación en un ritual que no altera las estructuras del crimen. El mismo Mires lo debe reconocer; es revelador que concluya su artículo con una sensación de estancamiento, al decir: “De pronto tengo la impresión (…) que en Venezuela la misma historia se repite sin encontrar jamás una salida. (…) ¿Hasta cuándo? (…) hasta que no se repita más”. Esta conclusión, imbuida de un pesimismo cíclico, socava la fuerza de sus argumentos previos a favor de la persistencia en la vía electoral como estrategia “exitosa” o inherentemente superior.

Conclusión

Entonces, si todos los caminos, el de los participacionistas y el de los abstencionistas, en las formas que se han dado, conducen a la misma repetición, el análisis de Mires, aunque agudo en la descripción del síntoma, no ofrece una terapéutica convincente. Es un analista ciego que cree ver cosas en un animal que no ha aprehendido del todo, incapaz de trascender el círculo vicioso que describe. Mires termina atrapado en su propio buble argumentativo, aunque critica la ciclicidad, sus mismas conclusiones lo llevan al mismo destino criticado en principio.

Esto no se trata de ver quien es más o menos inteligente que el otro, sino de aceptar las cosas tal cual son. Venezuela clama por una visión que trascienda la ceguera analítica y se atreva a explorar senderos genuinamente nuevos, o viejos, pero que sea eficaces, fuera del círculo donde las mismas sombras se proyectan una y otra vez. “Muchos, con la excusa de hacer algo, no ven que a veces no se trata solo de “hacer”, sino de “qué es lo que se hace”; ser útil no significa hacer lo que sea, sino hacer lo que se requiere. Ya va siendo hora de dejar de creerse parte de una solución cuando no es el caso. Luego de un cuarto de siglo deseando “ganar elecciones en tiranía”, sin mayores resultados más que la miseria en represión, véase como parte del problema y no como la solución.”[13]

Como ya lo he dicho antes, también, “Este país tendrá una verdadera esperanza de cambio cuando se apelen a las ideas correctas y vengan acompañadas de las acciones correctas y con las herramientas correctas para un cambio. Esta posiblemente implique unas elecciones —o no—, pero solo como corolario de un gran mecanismo de transición, no una mera improvisación que responde a la supervivencia, sin ninguna garantía de éxito. Es la realidad, y decirlo no es “darse por vencido”.”[14]


[1] Roymer Rivas. 2025. Publicación informal en la red social Facebook. Puede acceder a través de: https://goo.su/r8nzlE (Consultado el 06 de marzo del 2025).

[2] Roymer Rivas. 2024. En defensa de la razón: ¿Por qué no voy a votar el 28 de julio?. Publicado en el portal de ContraPoder News. Puede acceder a través de: https://goo.su/qrR6ui (Consultado el 06 de marzo del 2025).

[3] Op. Cit. Publicación informal en la red social Facebook.

[4] Ibidem.

[5] Fernando Mires. 2025. El país dónde la historia se repite. Publicado en el Blog Polis: Política y Cultura. Puede acceder a través de: https://polisfmires.blogspot.com/2025/05/fernando-mires-el-pais-donde-la.html?spref=tw&m=1 (Consultado el 06 de mayo de 2025).

[6] Óp. Cit. En defensa de la razón: ¿Por qué no voy a votar el 28 de julio?. Parte I: “La Democracia como enemigo de la libertad”.

[7] Ibidem., sección: “1.3. 2007: una “aparente” derrota del régimen, solo aparente”.

[8] Ibidem., sección: “1.5. 2015-2017: “aquí las cosas cambiaron”, la no-oposición en el Congreso.”

[9] Ibidem.

[10] Ibidem.

[11] Señalo que “discutible logro de proceso” porque la valoración de un proyecto se hace en función de los objetivos alcanzados, que a su vez se enmarcan en una meta mayor. Si nos apegamos a ello, entonces tales procesos no fueron un “éxito” y esos logros solo se reducirían a pequeños pasos o acciones que se hicieron de la larga lista de cosas por hacer, como cuando una persona logra levantar alguna pesa contadas veces, pero no completa siquiera la primera serie, ¿Se puede decir que estaba “ejercitándose” o solo fue un intento burdo por ello? Levantar la pesa unas pocas veces puede ser un “logro de proceso” —siendo objetivos, es una mera ejecución parcial—, en la medida en que la acción de levantarla se realizó, pero si no se completa la serie —el objetivo inmediato— y, por ende, no se contribuye al plan de entrenamiento general —que constituye la meta mayor de ejercitarse o ganar fuerza—, entonces no se puede hablar de un “éxito” en términos de ejercicio efectivo, sino de un intento o una acción aislada dentro de un proceso más amplio que no llegó a buen término en cuanto a resultados. Con esto en mente, ¿Se imagina que alguien “repita” el mismo proceso varias veces pensando que tendrá “éxito” en la consecución de su fin? Si sí, o es cuestionable el proceso o lo es el fin.

[12] Buen dice Solitario que “el aplauso es la moneda de pago de quienes no saben distinguir el acto del amago”.

[13] Óp. Cit. En defensa de la razón: ¿Por qué no voy a votar el 28 de julio?. Parte II, sección: “No voto, no participo en una mentira: el espejismo de cambio en Venezuela.”

[14] Ibidem.

Vox: la rama menos hipócrita del PP

Por Nathan González, coordinador local de EsLibertad Venezuela.

Al momento de elegir un título para este artículo, no pude evitar recordar una entrevista que había leído hace algunos años en la página web Zenda. En dicha entrevista, en la que se habló de todo un poco, el entrevistado mencionaba estas palabras: “Pero, ¿Quiénes son Vox? No son ultra-extrema-derecha-fascista-nazi. ¡Qué tonterías! ¡Es la rama menos hipócrita del PP!”

Estas son las palabras de una de las mentes más lúcidas que ha parido España y que hemos tenido la oportunidad de tener en vida hasta no hace mucho, en lo que va del siglo XXI. No puede ser otro más que el ilustre Antonio Escohotado, una figura de lo más interesante, al menos en mi opinión.

Para nadie es un secreto que, en España, desde hace algún tiempo hay un pequeño partido político que ha causado bastante alboroto por sus consignas y su férrea posición contra temas que hoy día son considerados intocables: el aborto, el feminismo, los derechos LGBT y todo lo que se pueda relacionar con el progresismo de izquierdas, el movimiento woke o la cultura de la cancelación.

Hablamos de nada más y nada menos que de VOX, partido fundado en el año 2013 por miembros pertenecientes al seno del PP (Partido Popular) que dimitieron de dicho partido debido a críticas y diferencias respecto a los acontecimientos que vivía España en aquellos años, y a la postura que el PP había adoptado frente a ellos. Pero la fama de Vox no llegaría hasta varios años después, cuando los medios de comunicación españoles comenzaron a dar espacio y mayor cobertura a casi cualquier cosa que dijeran los representantes del partido. No porque los medios españoles fueran amantes de la pluralidad de opiniones. Lo que pasaba en aquel entonces era que estaba muy presente el discurso de los “supuestos” derechos animales, y partidos, movimientos y ONG animalistas y veganistas estaban acaparando la atención pública. De entre ellos, el que más destacó fue el partido político animalista PACMA.

Casi nadie en España, mucho menos en el mundo, sabía de la existencia de Vox. Pero, debido a que tienen una postura y un discurso que defiende la tauromaquia, se hicieron rápidamente tendencia, ya que eran, prácticamente, los únicos en España que manifestaban abiertamente su desacuerdo con las consignas emanadas de los promotores del progresismo. Bastaba con que Santiago Abascal, Javier Ortega Smith, Rocío Monasterio o Iván Espinosa de los Monteros expresaran las posturas del partido sobre cualquiera de estos temas, para que durante varias semanas estuvieran dando de qué hablar en los canales y medios de información españoles.

Es necesario señalar que la política está llena de idiotas, pero me inclino a creer que hay muchos más imbéciles con títulos de periodismo que con oficio de políticos. Este comentario viene a cuenta de que los intentos de la prensa por desprestigiar a Vox —en beneficio de las ideas imperantes, las de la izquierda— por sus posturas e ideas, resultaron beneficiosos para el pequeño partido político. Gracias a esa cobertura, hoy no hay ni un solo español, ni una sola persona de derechas en algún país hispano que no sepa o no haya escuchado el nombre de Vox. Tanto ha sido el éxito que ha producido esta publicidad gratuita y malintencionada que Vox logró hacerse con varios escaños en el Parlamento español y, al día de hoy, cuenta con un apoyo del 14%  entre la población. Es, según varios medios de comunicación como el diario El País, el partido que más crece en popularidad en lo que va de año.

Ahora vamos a lo que nos interesa: ¿Qué tan diferente es realmente Vox de partidos como el PP, PSOE o Podemos? Considero pertinente comenzar respondiendo esta pregunta con el fragmento completo de las palabras que,  al principio del artículo, uso el maestro Escohotado: “Por supuesto. Pero, ¿Quiénes son Vox? No son ultra-extrema-derecha-fascista-nazi. ¡Qué tonterías! ¡Es la rama menos hipócrita del PP! Son conservadores pero menos hipócritas que los otros. Son un poco provincianos, eso sí. El problema real, de fondo, que veo en esa formación es que es un poco rústica, es decir, está vinculada con cosas muy locales. En un mundo globalizado, no parece muy oportuno”.

Pues, en realidad, al principio, había de todo un poco, o eso parecía. En sus primeros años, Vox proyectó una imagen de partido con inclinaciones liberales, especialmente en el ámbito económico. Figuras como Iván Espinosa de los Monteros y Rubén Manso, este último inspector del Banco de España y portavoz económico del partido, defendían políticas orientadas al libre mercado, la reducción del gasto público y la simplificación fiscal. Estas propuestas resonaban con sectores liberales que veían en Vox una alternativa al intervencionismo predominante en los otros partidos.

Sin embargo, con el tiempo, Vox fue experimentado una evolución ideológica, o tal vez sería más correcto decir, un exterminio de las diferentes posturas ideológicas dentro del partido, concretamente, del ala liberal. Estas medidas han llevado a la salida de varios de sus miembros más afines al liberalismo económico. La cacería de brujas contra el ala liberal tuvo lugar, principalmente, durante los años 2022 y 2023. Comenzamos con Rubén Manso, quien abandonó el partido en 2022, y su marcha fue interpretada como un indicativo de la pérdida de peso de las ideas liberales dentro de la formación. Este giro fue atribuido a un enfoque más centrado en el conservadurismo y el nacionalismo, dejando en segundo plano las propuestas económicas liberales.

También es relevante destacar a figuras como Iván Espinosa de los Monteros, miembro fundador y quien fuera portavoz parlamentario de Vox, quien anunció en agosto de 2023 su renuncia a la dirección del partido y a su escaño en el Congreso, alegando “supuestos” motivos personales y familiares. Aunque oficialmente se mantuvo como afiliado de base, su salida coincidió con un distanciamiento con la cúpula del partido y una pérdida de influencia del sector liberal dentro de Vox. Le sigue Víctor Sánchez del Real, quien también fue miembro fundador, y fue excluido de las listas electorales en 2023. Y les tuvieron que acompañar Juan Luis Steegmann, Macarena Olona, Juan José Aizcorbe, Juan Manuel Badenas y Cecilia Herrero, todo esto es un contexto de reestructuración interna que, como resulta obvio, afectó a varios dirigentes históricos del partido.

Desde dichos acontecimientos Vox se ha parecido cada día más al PP, con la notable diferencia de que Vox sigue abogando por un discurso firme y radical contra la inmigración ilegal, concretamente contra la de africanos y musulmanes, y con una postura firme en el caso del intento de separatismo Catalán. Más allá de esta diferencia no hay mucho que destacar, por ejemplo, si nos enfocamos en las propuestas económicas, podemos encontrar su propuesta fiscal más reciente, Vox ha presentado un plan que incluye una significativa reducción de impuestos: simplificación del IRPF a dos tramos (15% hasta 70.000 euros y 25% para ingresos superiores), exención de los primeros 22.000 euros, y deducciones adicionales por hijos.

También, propone la eliminación de impuestos como el de sucesiones, donaciones y patrimonio, y una reducción del IVA general del 21% al 18% y del reducido del 10% al 8%. Todo esto suena muy bonito, al fin y al cabo que el papel aguanta todo. Pero nuestro buen amigo, el economista Juan Ramón Rallo no está de acuerdo. Rallo ha analizado estas propuestas, señalando que, aunque atractivas en teoría, carecen de una memoria económica que detalle cómo se compensarían las pérdidas de recaudación. Rallo destaca que, en un país con una deuda pública del 100% del PIB, es imprudente implementar una reforma fiscal de tal magnitud sin un plan claro de reducción del gasto público que respalde la viabilidad de las medidas propuestas. El diablo esta en los detalles, aunque no le hablemos a Vox de detalles, mucho menos en temas de propuesta económica y fiscal. La falta de concreción en la financiación de sus políticas y la ausencia de detalles en su propuesta  económica ponen en duda la sostenibilidad de las mismas, acercándolos más de lo que aparentan a las prácticas de los partidos tradicionales.

En fin, Vox ha pasado de ser la supuesta esperanza de la derecha sin complejos a convertirse en una especie de PP con testosterona, pero sin calculadora. Su metamorfosis ideológica —de partido disruptivo a club de caballeros airados con el mismo fondo azul de siempre, solo que en verde y con más vena en la frente— ha sido tan emocionante como ver una piedra erosionarse. Y aunque aún se revisten de rebeldía patriótica y agitan banderas como si fueran espadas, lo cierto es que en el fondo no proponen nada que no hayamos escuchado ya en bucle desde hace décadas, pero con menos sustancia y más decibelios.

¿Que si hay futuro en Vox? Puede ser. También hay gente que sigue esperando el regreso de la URSS. La política española da para todo. Pero si alguien espera que de este partido emerja una verdadera alternativa liberal, racional y económicamente coherente, le recomendaría que se siente cómodo, abra una buena lata de cerveza  y no se haga muchas ilusiones. Porque, si algo ha demostrado Vox hasta ahora, es que gritar más fuerte no es lo mismo que pensar mejor. Damas y caballeros, Vox es, sin ninguna duda, la rama menos hipócrita del PP.

¡No me defiendas comadre!

El tema de las sanciones, la crisis política pendular para el área internacional, eterna para los venezolanos, va y viene; elecciones, ganadores, interinos, reconocidos. Y el chavismo se perpetúa.

Ahora Edmundo, quien ganó, salió en un carnaval viajero, cuyos matices hemos visto cíclicamente como resultado de otra elección fallida. Cansancio nacional, Quito, La Puerta del Sol, el parque del buen retiro, su figura —la de ganador-perdedor—  se va desvaneciendo a medida que los poseedores del poder se entienden con la nueva administración americana. Nada cambia.

Regresa el tema de las sanciones, sancionar, ya he lo hemos vivido, ya lo hemos padecido, es gente detrás de la basura, al chavismo no le importa, al contrario, les encanta porque se parecen más a Cuba.

Sabemos que son un fracaso, que eternizo al castrismo, que las sanciones nuestras, en un circo de tira y encoge, son más las excepciones que las presiones.

El chavismo no tiene la unión soviética pero tampoco le hace falta, con la licencia petrolera que se corta y prórroga y no sabemos si chevron se va o no, todo se anuncia y nada cambia. Al chavismo, las actividades ilícitas que le sostiene en el poder no le cambian su tren de vida a “todo trapo”. Las sanciones solo llevan de regreso al pueblo a abastecerse en el Guaire.

Un programa, sostenible, supranacional con gobernabilidad, con un esfuerzo sostenido en el tiempo enfocado a romperle el espinazo al chavismo y recuperar la democracia, ¿Qué? ¿A quién se le ocurre decir esa barbaridad?

En medio de esta neblina de iniquidades, he visto un video de la Congresista María Elvira Salazar, diciendo que ella “hace lo que dice María Corina, porque María Corina es la líder de la oposición” —Ya no dice que ganó las pasadas elecciones— y que fue María Corina quien ha pedido las sanciones, y que ellos han “gastado gran capital político” para complacer a la líder.

Está congresista y periodista de origen cubano sabe mejor que nadie lo que las sanciones han hecho con Cuba, por un lado dice subordinarse a la señora Machado y luego la presenta cómo la apóstol de las penurias que va a recibir el pueblo venezolanos —hambre, desaparición de medicinas y un sin fin de penurias— con la reinstalación de las sanciones ¿Con esas declaraciones obviamente tendenciosas de la Salazar, quien pierde el “capital político”?

En nuestra sabiduría popular, cuando alguien te alaba para destruirte se dice:  ¡No me defiendas comadre!

De Lideres y Diretes

Por Willian Bravo, escritor venezolano.

Se habla bastante acá de los lideres y diretes, abrumados y conscientes, que acusan y ofrecen, salidas con Peterete. En las etapas de sus vidas se han visto, cubiertos de mucho dinero, después de haberse arrastrado, cuales grandes pordioseros.

En Venezuela han desfilado, por la búsqueda de premios, cabecillas en ardid, que caen el desconsuelo. Bien merecido lo tienen, por jugar con el desvelo de tantos hombres de bien, de tantos niños sin suelo, de mujeres incansables que llevan en su llanto el duelo, de una patria masacrada, de unos sueños en el hielo, de un hambre nunca saciada, de unos plazos traicioneros.

De unos diálogos sin fruto, con unas putas en el medio, allá va aquella a abrazarlo, como si fuera un Dios griego. De la confianza que inspiras solo nos queda el recuerdo, una mancha en el pasado, un cuento malo y siniestro.

¿Para qué me sirve un líder que no cumple lo que promete? ¿Que se oculta? ¿Que se somete?

¿Para qué me sirve un líder que miente? ¿Que no reconoce sus fallas y que no asume la responsabilidad de equivocarse perennemente?

¿O es que acaso la historia no lo ha mostrado hasta el cansancio? ¿Qué hubiera pasado si Jesucristo se hubiese doblegado?

El faro moral se ha perdido. La existencia se resume en supervivencia. La luz no ilumina, solo alumbra. Las mentes callan ante el dinero. La conciencia pasa por limosnero. El pensamiento crítico perdió el camino y el progreso se estancó en el tiempo. Ya no solo estamos detrás, sino que seguimos retrocediendo. Porque el avance no es el intento, y nuestros lideres son los de cemento.

Los de carne y hueso se olvidan rápido de su deber y quieren que los alabemos. No logran nada bueno. Quien los ayuda es traicionado, y quien los sigue defraudado. 26 años no bastan para un logro realizado. Puras trampas y escondites, pura huida y escarpado, nadie entiende sus propósitos y lo claro es olvidado.

No hace falta un líder vil, ni un alabador contratado. Ni sus marchas ni sus videos, ni susurro ni conteo. No te olvidare mi patria, no te olvidare mi seno, tuyo será mi amor así esté en el averno.

Que, aunque muchos te mientan, no caeré en ese juego, de ultrajarte cual ganado, de aprovecharme de tu suelo. Que delincuentes tenemos, que despilfarros obscenos, mientras el hambre gobierna los cuerpos de los pequeños. Los viejitos olvidados, los enfermos maltratados, los jóvenes desplazados, es un futuro incendiado.

Y no hay agua suficiente, ni bomberos bien equipados, ni policía honesta que detenga a los malvados. Si no es honesto el presidente ni sus secuaces armados, ni aduladores en motos ni sus jueces bien pagados. ¿Que quedará entonces, de nosotros, los afectados? Si algo hemos aprendido, no todo habrá sido en vano.

Reconocer quien es líder y quien es un engaño. Si ya te mintió, buenas noches y a un lado, que de mentirosos ya estamos cansados. ¿Que se hizo rico y despiadado, que no responde lo consultado y con dineros malversados, vive su vida enmarcada? Que responda a la justicia, allí caerá esposado.

Si no concluye una obra, si ha tenido varios mandatos, pero tus posibilidades no mejoran, ¿Por qué seguirlo bancando?

Han mandado 20 años, algunos lideres operados, sus esposas y convidados, ni si quiera lo han notado, que de agua vive el pueblo y también de su alumbrado, de vías y carreteras, de salud y del educado. Si las escuelas se caen, nada de eso le importó, lo que sí importa ahora es la feria del folclore, la orquídea y la Bella Vista, aunque no tengas colchón, ni donde poner los pies o comida en tu tazón.

Vestidos de Ferragamo, desfilan cual cazador, con sus presas prisioneras y trofeos por montón. Tener un trabajo digno, eso es mucho, diría yo. Venezuela es estratagema, de corruptos de ocasión.

¡Ay Dios mío, que horror es una patria vacía! 9 millones de desplazados y sin contar todavía los que quedan esperanzados. Los que se apropiaron de lo ajeno, lo pagarán. Preocúpese usted de no ser similar. Como he podido pensar, ¿Qué imaginación tengo? que el dinero de la abuela, era dinero negro.

Oh querido señor, perdonadme por favor, con la preñez de la señora, ¿También se nos engañó?

Y ni si quiera decir, que la cárcel le sirvió, para ser honesto al menos o para la absolución, salió fue a divertirse, con dinero del montón, para inscribir a las hijas en la gran equitación. Vive con gran estilo, el cobarde del cejón, después de haber recibido de la gran repartición.

Se doblo y no se partió, el secretario de acción, que ingrato resultó, ante la deuda de honor, que tenía con el país, el jamonero comelón.

El otro que juega tenis, era el gran libertador, que fácil pensó sería, robar y huir, camaleón. Para jugar pádel, fue que le sirvió, Monómeros y Citgo, al interinato traidor. En autos convertibles, cual Penélope glamour, embajadores ficticios, mancillaron la nación.

ONG´s, ayuda humanitaria y tener buen corazón, fue el disfraz que se usó, para dar dinero abundante que ahora nadie recibió, que ninguno justificó, viven como reyes y nadie da la razón. Resultaste ser un Fiasco bien querida oposición, ojalá que tome nota la nueva generación.

Me disculpo si ahí acuso, en esta corta narración, si no es así lo que digo, ¿De qué viven en el exterior?

Entre el Caos y Nosotros

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

Episodio. 1. Raudo Caos.

El orden fue prometido por la presente administración de EE. UU., el caos de su primer término fue asumida solo para su inicial administración atribuida a su falta de formación política y chocante franqueza.

A menos de 100 días de su administración, las bisagras de un mundo en equilibrio precario y muy cerca de extinguirse se alarma, y hunde en un pánico justificable dentro de la actual administración Trump.

Despidos masivos, hechos por un industrial billonario sin puesto legal o justificado constitucionalmente hacia la otrora intocable burocracia federal, empujando la economía hacia una alarmante recesión aguijoneada por el pánico que invade a Wall Street y al pueblo americano advierten cuatro años de sobresaltos.

Corte radical sin precedentes en la historia de esta nación pionera en programas de prevención y cooperación, ejemplo, a favor del combate de pandemias de poder exterminador como el ébola. Otros cortes si muy justificados como el dinero dado a un interinato venezolano que, no solo no hizo nada, sino que entronizó la dictadura. 

Pero Trump va más allá, decisivamente está cambiando el equilibrio internacional que, logrado al término de la última guerra mundial, sobrevivió sin básicas alteraciones a la guerra fría; su adversion a la OTAN, ONU, su narrativa en convertir al agredido (Ucrania) en agresor, alineándose con el Hitler de nuestra época, es más allá de preocupante.

Sus aspiraciones de expansión territorial abiertamente imperiales sobre Canadá, Groenlandia y Gaza, eliminan por completo dos siglos y medio de predica diplomática norteamericana, siendo esta más asimilada a la Inglaterra de dos siglos atrás; a la geopolítica mundial que finalmente provocaría dos guerras mundiales.

2- Nosotros.

Es notorio que el asumir a Edmundo González como presidente electo es una entelequia, Edmundo muere al nacer al hacerse acompañar por aquellos que exprimieron y engañaron a Trump en su primer mandato. No hay duda del talante vindictivo y castigador del Presidente, algo que con el interinato y G4 no nos molesta. Al contrario.

Trump retrocede al pasado y nos trata como una nación bananera a lo Teddy Roosevelt, no hay transparencia, manda enviados a sacar ciudadanos de este país retenidos por la dictadura, pero al mismo tiempo su entorno reconoce los esfuerzos de María Corina —punto positivo que se interpreta que es María Corina y no Edmundo, con todo y su 28 de julio— y sorpresivamente saca de la precaria producción petrolera venezolana a Chevron, el “último de los mohicanos” operando en Venezuela y la mayor fuente de dinero limpio que legitima a un régimen no ya monodependiente del petrolero —veremos como esa ruptura nos beneficia—.

3- Mientras Tanto.

Trump arremete ferozmente hacia las minorías étnicas residentes en la unión, hecho que no se había visto desde la Alemania de principios de los años 30s. Rápido y furioso en contra organizaciones vernáculas que nos avergüenza como la TDA, acciones que celebramos, pero juzga a todos por pecadores, y bajo falsas conclusiones, amenaza con deportar más de 380 mil venezolanos al eliminar la protección temporal conferida sostenida hasta abril corriente.

Esto es un pasaporte a la muerte. Visto el evento, hemos accionado con el apoyo de VEPPEX una acción de mandamus (Acción constitucional para contener abusos de poder), introducida ante la corte de apelaciones del onceavo circuito federal, que pide suspender la medida de deportación hasta que las víctimas estén confiadas en regresar vista la caída del chavismo.

Igualmente, nuestra defensa de las víctimas del holocausto petrolero sigue su curso ante acciones correctivas ante la corte de apelaciones del tercer circuito judicial que busca resolución de sentar al patrono alter ego de dichos trabajadores; PDV Holding para que responda al reclamo.

Sin más que agregar, post nubila phoebus; después de las tinieblas la luz.

La aspiración antibélica de la nueva filosofía del derecho

Por Ilxon Rojas, coordinador local de EsLibertad Venezuela y teórico del Creativismo Filosófico.

La filosofía del derecho adoptada por los Estados-nación durante todo el siglo XX, ha mutado de manera considerable. Estás modificaciones, aunque graduales, pueden explicarse escindiendo la historia jurídico-política en dos mitades durante todo este siglo. De ese modo, es apropiado aducir que en la primera mitad del siglo XX, los Estados adecuaron sus sistemas normativos, mutatis mutandis, a las tesis del positivismo jurídico puro, de tenor formalismo-logicista, o si se quiere, de una iusfilosofía irracionalista, en los términos expresados por la crítica de Losano (1985, pp. 55-85), que había desarrollado principalmente Kelsen y luego su séquito. En cambio, en la segunda mitad del siglo XX, en específico desde la época de transición de los años postguerra, los Estados-nación adoptaron, de modo fragmentario aunque decisivo, un modelo de sistema jurídico llamado postpositivismo jurídico, y en términos de derecho iusfundamental, el denominado neoconstitucionalismo. (Santiago, 2015).  

Uno de los propósitos de la consolidación de estas nuevas doctrinas iusfilosóficas, era formular una nueva teoría que impidiera la reproducción de los males de las grandes guerras mundiales, pero aun mas, que sirviera como herramienta que nos protegiera de su aparición y establecimiento, que no fuera un teoría indiferente por su formalidad, tal como se autoconminaba la teoría kelseniana en su aspiración de objetividad, en su fallido intento de dotar de cientificidad al derecho, purificarlo de las ideologías, de la política, de la moral y de la metafísica. Todos esos elementos que le son extraños (Kelsen, 1990). Cuánta razón tiene la profesora Barreto (2024, p. 96) al afirmar que “Kelsen no pudo predecir que Carl Schmidt, utilizando el mismo espíritu tolerante a todo, torcería el paradigma positivista para hacer posible la aprobación de las leyes nazis.”

Pero con el postpositivismo, en tanto iusfilosofía superadora del frío y amoral positivismo jurídico puro, se aspiraba a la formulación de una teoría que trasciendiese los postulados de la lógica normativa, al incorporar una dimensión axiológica de valoración jurídica cosmopolita, para contrarrestar las posibles las tendencias belicosas que podrían llegar a tentar a los Estados occidentales, excepto sólo en dos escenarios: en el que un Estado viole gravemente los derechos fundamentales que da lugar al derecho de los pueblos de intervenir militarmente (Rawls, 1999. pp. 89-94), o como derecho de autodefensa (Ibid, 105-113).

Con esa idea en mente, se creó la doctrina de los nuevos de derechos, los derechos inalienables, inherentes e irrenunciables de todo ser humano, esto es, la doctrina de los derechos humanos, y por ese hito, los juristas entusiastas cacareaban durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, que nuestra civilización se encontraba a las puertas de un tiempo de paz y armonía sin precedentes, un verdadero “Tiempo de los derechos” (Bobbio, 1991).

Sin embargo, la mera iusfilosofía de este tenor resulta ineficaz en términos materiales sin que con ella se complemente un aparato burocrático de aplicación compatible con sus plausibles objetivos. Razón por la que se fue creando, por un lado, un serie de nuevos criterios ya en el pleno campo de la teoría jurídica, y por otro, la edificación de un conglomerado de órganos judiciales estatales y transestatales preponderantes. La prioridad de garantizar la observancia de la nueva doctrina pasaba entonces por la aplicación de criterios como el control difuso de constitucionalidad, por una ingeniosa jurisprudencia constitucional y por la propia constitucionalización de las normas de derecho social, así como de nuevas categorías de hechos punibles graves como los llamados “crímenes de lesa humanidad”, pero la extensión y enriquecimiento normativo, jurisprudencial y teórico de estos nuevos criterios se extendió tanto y si volvió tan ambiguo que casi todos los derechos tradicionalmente más importantes de la historia jurídica occidental (con excepción del derecho de propiedad), pasaron a ser coptados por la nueva doctrina humanitaria. El núcleo de todos esos derechos encontraban amparo en la justificación ontológica de ser un derecho humano.

Desde luego, al unísono del forjamiento de tales criterios, los órganos judiciales estatales y transestatales que se fueron edificando, tomaron la forma de lo que hoy conocemos como cortes constitucionales y penales tanto nacionales e internacionales, nuevas jurisdicciones que partir de entonces se han encargado de funcionar como órganos de aplicación de tales criterios y de gestionar, juzgar y ejecutar las penas en caso de su vulneración, así como de promover su dimensión axiológica, su maximización procesal, tal como arguye Alexy (1993, p. 86).

Todo lo anterior confluye en la construcción de la forma de Estado actual denominada “Estado constitucional de derecho”. Pero con su surgimiento, es fácil notar, tal como intuye Santiago (2015), que se produjo una inversión en los papeles del aparato orgánico estatal, porque debido a que ya las sentencias no son una simple aplicación lógica de la fórmula legislativa que sobrevivía del positivismo incluso desde Beccaria (2005), donde el juez sólo debía aplicar la lógica al verificar si los hechos de adecuaban a las previsiones claras y distintas del legislador, sino que por la necesidades de la nueva iusfilosofía era necesario que el juez incursionara en un campo muy poco explorado antes por los operadores de la justicia: la interpretación y la argumentación, socavando paulatinamente el protagonismo de los parlamentos. Y de esto se trata tal inversión, en que el monopolio de la fuerza no depende tanto del músculo legislativo, tal como era desde el parlamentarismo del siglo XIX (Kelsen, 1992. p. 226), sino del poder judicial, un ángulo de poder aún más peligroso por ser el único órgano del poder público del Estado más alejado de la democracia, o para ser más claros, más alejado de la creencia popular en la mitología democrática moderna.

Pero la historia nos ilustra muy bien sobre los resultados de cada idea, cada fórmula, cada sistema. Si bien es un hecho que no ha habido guerras mundiales declaradas durante la segunda mitad del siglo XX (al menos no en el sentido “clásico” del término), cosa que haría pensar a los entusiastas de la doctrina de los derechos humanos y de la organización jurídico-política del vecindario internacional que el sistema ha sido un éxito, la realidad es que las guerras solo han mutado, pues la segunda mitad del siglo XX es muestra del notable incremento en la cantidad y diversidad de conflictos bélicos.

A diferencia de las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX, que fueron eventos de gran escala y duración, el periodo posterior a 1945 estuvo marcado por una proliferación de guerras civiles, conflictos de descolonización y enfrentamientos étnicos que, aunque localizados, resultaron en un número elevado de víctimas y una inestabilidad persistente. La Guerra Fría, en particular, ocasionó una serie de conflictos proxy en diversas regiones, donde las superpotencias apoyaron a diferentes facciones, multiplicando así la cantidad de guerras en el panorama global (Kalyvas, 2006).

Considerando esto, se puede concluir este breve ensayo afirmando que la nueva filosofía del derecho fue pensada para un tipo de guerra que ya prácticamente no existe, pues siguiendo las investigaciones actuales relativas del fenómeno bélico, como las efectuadas por Blanco (2012), se puede sostener que la guerra actual ha mutado hacia lo que él llama un “rizoma de guerras”, esto es, la interconexión de conflictos bélicos sin relieve jerárquico, debido a que están definidos por un entramado de luchas heterogéneas en involucra una pluralidad de actores políticos y metapolíticos a gran escala.

Todo ello, supera con creces las previsiones de nueva iusfilosofía. Por lo tanto, es menester una nueva formulación iusfilosófica que no cometa los errores pasados, errores que a nuestro juicio, consiste en no haber advertido la naturaleza coactiva, compulsiva y belicosa del Estado. El diagnóstico debe partir de la guerra sistemática como un mal radical de estatismo, para alcanzar el entendimiento de las dinámicas intrincadas de la guerra actual, para que ella no sobrevenga a la meta de armonía y paz global que queremos todos. Pero ¿Cuáles son las intuiciones axiológicas correctas para fundamentar esta nueva iusfilosofía? es un trabajo que queda por hacer.

Referencias
● Alexy, R. (1993). Teoría de los derechos fundamentales. Centro de Estudios
Constitucionales.
● Barreto, L. M. (2024). Justicia, meritocracia y el problema de la titularidad de los
privilegios económicos en las sociedades contemporáneas de América. Signos
Filosóficos, 26(51), 92-113.
● Beccaria, C. (2005). De los delitos y de las penas. Bogotá: TEMIS.
● Bobbio, N. (1991). El tiempo de los derechos. Editorial Sistema. Fundación Sistema.
● Blanco, E. (2012). Arqueología de la guerra: la guerra de los treinta años (gdlxxxa) en
tanto que paradigma político en las obras de Hardt y Negri. Recuperado de
https://edgareblancocarrero.blogspot.com/2012/11/arqueologia-de-la-guerra-la-guerra-
de.html

● Kalyvas, S. N. (2006). The Logic of Violence in Civil War. Cambridge University Press.
● Kelsen, H. (1999). Teoría pura del Derecho. (3ª ed.). Editorial Eudeba.
● Kelsen, H. (1992). Compendio de teoría general del Estado. Colofón, S.A.
● Losano, M. G. (1985). La teoría pura del Derecho: del logicismo al irracionalismo.
DOXA. Cuadernos De Filosofía Del Derecho, 2, 55–85. Recuperado de
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/10991/1/Doxa2_03.pdf
● Rawls, J. (1999). The Law of Peoples; with, The Idea of Public Reason Revisited.
Harvard University Press.
● Santiago, A. (2015). Filosofía del derecho constitucional. Perspectiva continental.
Enciclopedia de Filosofía y Teoría del Derecho, 3, 1814-1888. Recuperado de
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/8/3876/7.pdf

Trump y sus opciones sobre la mesa

Por Leroy Garrett (@lerogarrett).

Es otro Trump, lejano a aquel que mostraba su total respaldo a la democracia venezolana, que asumió como nosotros quienes eran para entonces los buenos y los malos.

Para alguien como Trump, con la ética de hacer el bien, que es un aporte aún innovador en la idiosincrasia colectiva de los estadounidenses, debió ser motivo de furia haber apostado al interinato o la costra.

El presidente Trump capitaneo una colisión internacional detrás de Guaidó, conjunto de países quien le reconoció y apoyó en lo diplomático y financiero. Debemos recordar que la administración pasada del presidente se planteó en ayudarnos a recobrar nuestra democracia, con una entrega y sinceridad no vista en la trayectoria de la tragedia venezolana la posibilidad de tomar acciones militar con el chavismo. Todo fue torpedeado por la costra.

El presidente Trump puso a disposición de la costra todos los recursos, para muestra un botón USAID. Ente que la costra malversó con impávido descaro. Hoy comprobamos la sospecha, hoy todos los venezolanos junto al presidente Trump sentimos la misma repugnancia.

El Trump de hoy es notoriamente diferente, es un hombre herido al descubrir quienes son nuestros opositores, los considera una subcategoria no más letal que el chavismo simplemente porque tienen la entrada negada a Miraflores.

El Trump de hoy enfrenta la expresión terrorista del hombre del siglo XXI; la TDA, esos que la dictadura envió a hacer daño aquí, que contó con la lenidad de la última catastrófica administración Biden, malandros que no tienen otro efecto en la psique del temperamental presidente, una la falsa pero peligrosa generalización, que le invita a asumir que los venezolanos no “servimos para nada.”

Los signos están a la vista, suspensión del TPS, visita de buenos oficios a la dictadura, indiferencia al presidente electo, investigación y persecución a todo lo que huela a la costra y tristemente a Venezuela.

Es imperativo para María Corina y su equipo comenzar un lobby que persuada al presidente Trump de que esas investigaciones al interinato (Costra) son igualmente aplaudidas por los venezolanos; que la defenestracion de la costra nos acerca a la libertad anhelada; que a la costra hay que desplazarlos, sacarlos de cuajo de la toma que tienen de los activos petroleros en USA por medio de la PDVSA ad hoc, figura creada en su primer gobierno, guarida de malhechores, cuyo doble juego, por un lado afirmando que se defiende a Citgo, cuando por el otro publica —y notoriamente se ponen de acuerdo con Maduro— en la subasta para aceptar las condiciones de la misma.

Que han gastado millones en gastos legales en tratar de detener el justo reclamo de 23 mil trabajadores petroleros victimizados por la dictadura como resultado de una emboscada que el presidente de la PDVSA ad hoc y sus compinches perpetraron, y ahora con un cinismo nunca visto en nuestra historia niegan y pisotean el reclamo justo del campo de concentración virtual en donde ellos mismos comparten la paternidad.

Una alianza exitosa y constructiva entre MCM y Trump puede cambiar ese escenario. En volver a poner de nuestro lado el apoyo del Presidente Trump. Tengo fe de que ocurra.