La fatiga de la Democracia: ¿Estamos perdiendo el interés en la participación cívica por exceso de Estado?

Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es coordinadora local de EsLibertad Venezuela.

«… una comunidad que se organiza para limpiar un parque o crear una biblioteca local, más que generar un impacto social y un sentido de logro que ninguna acción gubernamental puede replicar, demuestra cuan fuerte es su sociedad«

Oriana Aranguren

¿Para qué votar si al final nada cambia? ¿Para qué involucrarse en los asuntos de la comunidad si las decisiones importantes se toman en despachos lejanos, por personas a las que nunca conoceremos? Estas preguntas, que resuenan cada vez con más fuerza en las conversaciones cotidianas y se reflejan en las crecientes tasas de abstención electoral de muchas democracias consolidadas, no son meros síntomas de cinismo, más bien son el eco de una queja profunda que adolece el sistema que tanto nos ha costado construir: la Democracia, una fatigada.

Tradicionalmente, entendemos la Democracia como el derecho a elegir a nuestros gobernantes, en un escenario de cultura de participación activa, donde los ciudadanos son los protagonistas de su destino colectivo, o al menos así lo venden. Sin embargo, este ensayo argumenta que la expansión desmedida del Estado y su intervención en casi todos los aspectos de la vida, lejos de fortalecer la Democracia, puede estar generando precisamente una fatiga cívica, es decir, que el ciudadano opte por no inmiscuirse en los asuntos públicos y, en casos extremos, hasta se olvide del sentido de comunidad con sus más cercanos.

La paradoja de nuestro tiempo es que, en el afán de crear un Estado que nos proteja y solucione todos nuestros problemas, de hecho, estamos debilitando la voluntad ciudadana para gobernarse a sí misma, demostrando, de esta manera, que no es que la Democracia esté condenada a fallar por sí misma, sino que el exceso de un tipo de régimen la asfixia lentamente: la hipertrofia del Estado.

El Estado omnipresente: cuando la solución se vuelve parte del problema

Para comprender esta dinámica, es crucial definir qué entendemos por “hipertrofia de Estado”. En principio, no se trata simplemente de una cuestión de tamaño presupuestario o de número de funcionarios públicos, sino de su alcance. Un Estado se vuelve excesivo, gigante, cuando trasciende sus funciones esenciales —que, si partimos de un pensamiento más minarquista, es: garantizar la seguridad, impartir justicia y proteger los derechos fundamentales— para convertirse en el gestor principal, y a menudo exclusivo, de la economía, la educación, la salud, el bienestar social e incluso de las decisiones más íntimas de la vida cotidiana, actuando bajo la premisa de ser una entidad omnisciente y benevolente, cuya intervención es necesaria para corregir cualquier imperfección de la sociedad —con la retorica de que es para el mismo bien de la sociedad, el “bien común”—.

Esta omnipresencia e hipertrofia se manifiesta en una abrumadora centralización de las decisiones, es decir, cuando el poder para regular, financiar y administrar se concentra en aparatos burocráticos centrales que reduce drásticamente el espacio para la iniciativa individual y la autoorganización comunitaria, dejando en manos de los políticos el destino de millones de personas. Sin embargo, si el Estado “lo resuelve todo” o, más precisamente, “lo regula todo” —como les gusta a los socialistas—, la pregunta lógica que emerge en la mente del ciudadano es: ¿Para qué debo involucrarme? Esto es: que cuando el Estado es grande, la necesidad de asumir responsabilidades a nivel local o personal disminuye, ya que existe una entidad superior encargada de ello —o que dice encargarse—, por lo que el resultado es una ciudadanía que aprende a esperar en lugar de actuar, a solicitar en lugar de crear, en suma, a no ser proactiva a la hora de solucionar sus mismos problemas —por más pequeños que sean en muchos casos—.

Podemos ilustrar este fenómeno con ejemplos claros y concretos: en la economía, una regulación excesiva, a menudo justificada por la protección del consumidor o la estabilidad del mercado, puede convertirse en una barrera insalvable para la pequeña empresa y el emprendimiento, pues la maraña de permisos, licencias e inspecciones no solo consume tiempo y recursos que podrían destinarse a la innovación, sino que disuade a muchos de siquiera intentarlo. De este modo, el ciudadano no percibe al Estado como un árbitro justo, sino como un guardián burocrático que sofoca la iniciativa y, con ello, la capacidad de la sociedad para generar riqueza y empleo de forma orgánica. ¿El resultado? La responsabilidad de la prosperidad se traslada íntegramente a las políticas gubernamentales.

Pero vayamos ahora a lo cotidiano, a la comunidad: donde vivo, por ejemplo, extremadamente muy pocos vecinos —menos del 2% de una población de 500 casas, donde hay, en promedio, 3 personas por cada una— se preocupan por arreglar el problema de alcantarillado, porque esperan que el Estado venga a solucionarlo, a pesar de que han pasado meses sin respuesta y de que, como estamos en época de lluvia, la calle de desborda casi todos los días. Y estoy segura que podemos encontrar muchos casos como estos en muchos lugares donde el Estado medie todas las interacciones humanas.

Esto ilustra como un Estado, que dice ser muchas veces “de Bienestar”, que pretende cubrir cada contingencia de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, puede, sin quererlo —o a veces queriendo, no subestimemos las ansias de poder de muchos políticos—, erosionar las redes de apoyo naturales, como es el caso de la caridad, la ayuda mutua y la filantropía, que históricamente fueron pilares de la cohesión comunitaria, y que se ven opacadas o sustituidas por programas estatales impersonales. Si nos detenemos un poco y observamos a las personas en nuestra cotidianidad, veremos cómo diariamente, por solo mencionar un ejemplo, la responsabilidad por el vecino en apuros se delega a una agencia gubernamental, transformando un acto de solidaridad voluntaria en una obligación fiscal anónima. Así, la comunidad deja de ser una red de apoyo mutuo para convertirse en una colección de individuos que dirigen sus demandas hacia el mismo proveedor central: el Estado.

La erosión de la responsabilidad y la iniciativa cívica

Como ya mencionamos, el modelo de Estado omnipresente tiene una consecuencia psicológica y social devastadora: la erosión sistemática de la responsabilidad individual y la iniciativa cívica, puesto que, a medida que el gobierno asume más y más funciones, los ciudadanos son sutilmente reeducados para delegar sus responsabilidades. De esta manera, los problemas que antes se consideraban del ámbito personal, familiar o comunitario —la educación de los hijos, el cuidado de los ancianos, la seguridad del barrio— pasan a ser percibidos como “problemas del Estado”. En resumen, el ciudadano deja de ser un agente activo, un protagonista de su propia vida y la de su comunidad, y pasa a ser un cliente pasivo, un receptor de servicios, un mero espectador de las políticas públicas.

Esta delegación genera una profunda desconexión entre el esfuerzo individual y el resultado colectivo, deja de haber sentido de pertenencia, lo cual lleva a que, cuando surja un problema social, como el deterioro de un espacio público, la respuesta instintiva ya no es “organicémonos para solucionarlo”, sino “exijamos al gobierno que actúe”. Como el ciudadano paga sus impuestos y emite su voto, cree que todo acaba allí, sin reparar en que el vínculo directo entre su contribución y la mejora tangible de su entorno se vuelve opaco y distante en un régimen de Estado centralizado, dominado por un grupo pequeño que, por lo general, se encuentra muy distante de los problemas de la mayoría.

En este punto, se hace necesario recordar que el proceso burocrático es lento, impersonal y, a menudo, frustrante, y, junto a la falta de retroalimentación positiva, aniquila la motivación para participar. Por ello, el libertario debe velar por fortalecer a la comunidades, construir las cosas de abajo hacia arriba, porque una comunidad que se organiza para limpiar un parque o crear una biblioteca local, más que generar un impacto social y un sentido de logro que ninguna acción gubernamental puede replicar, demuestra cuan fuerte es su sociedad, fundamentada en la libre interacción entre sus miembros, unos que cooperan y se coordinan para solucionar problemas comunes. Entendiendo esto, entonces, podemos comprender que, cuando se priva a las personas de estas oportunidades, por extensión se les priva también de los músculos de la ciudadanía.

La Democracia como espectáculo

No obstante, cuando la ciudadanía activa se retrae, puede que la Democracia no desaparezca del todo —ya dependerá de la concepción que tenga cada uno sobre el término—, pero sin duda alguna se transforma en algo muy distinto: un espectáculo, porque la participación se reduce a su mínima expresión, convirtiendo el voto en un acto cada vez más pasivo y ritualista. En lugar de ser la culminación de un proceso de deliberación e implicación continua sobre asuntos públicos, las elecciones se convierten en un acto esporádico de adhesión o de protesta, sin repercusión significativa alguna para un cambio.

En un escenario así, los ciudadanos no eligen a representantes para que ejecuten una voluntad común que ellos mismos han ayudado a formar, sino que escogen a la figura o al partido que promete ser el “gestor” más eficiente de la enorme maquinaria estatal. Es decir, se vota por quien administrará mejor nuestras vidas desde arriba, no por quien nos facilitará las herramientas para administrarlas nosotros mismos desde abajo, convirtiendo a la política en un producto de consumo, y a los ciudadanos en meros espectadores que aplauden o abuchean desde la grada.

Asimismo, otra de las consecuencias más peligrosas de este modelo es la intensificación de la polarización y el tribalismo, porque cuando el Estado concentra un poder tan inmenso sobre los recursos, la economía y la vida social, el control del gobierno se convierte en el premio máximo, en un juego de suma cero en el que ganar una elección ya no significa simplemente tener la oportunidad de implementar un programa político, sino obtener el poder de moldear la sociedad entera a imagen y semejanza de la propia ideología, sin contrapeso ciudadano alguno. En este contexto, la facción contraria —la “oposición”— ya no es vista como un adversario con ideas diferentes con quien se puede convivir en un marco de libertad, sino como una amenaza existencial que, si alcanza el poder, utilizará el aparato estatal para imponer su visión y sus valores sobre todos los demás.

En última instancia, la política deja de ser un debate sobre cómo administrar lo común para convertirse en una guerra cultural por el control total, y las personas comienzan a pelear por ver quien puede hacerse con dicho poder, sea de forma directa o indirecta —aprovechando los amigos que sí tienen capacidad de decisión o incidencia—, siendo una confrontación por el control del Estado que absorbe toda la energía cívica, dejando poco espacio para la cooperación y el consenso.

Tan solo vea las discusiones y/o debates de los políticos, o quienes pretenden serlo: el foco de todas ellas, en gran medida —si acaso no por completo— se centra casi exclusivamente en lo que el gobierno hace, deja de hacer o debería hacer; el progreso y el bienestar se miden en términos de gasto público, nuevas regulaciones o programas estatales, distorsionando por completo la noción de una sociedad próspera. Todo, menos fijar la vista en las ideas de libertad, en que la verdadera riqueza se crea a través de la innovación empresarial, la cooperación voluntaria, la fortaleza de las familias y la vitalidad de las comunidades locales.

Hacia una sociedad con alta y fortalecida participación cívica

En conclusión, la tesis es clara y preocupante: el crecimiento desmedido del alcance estatal, aunque a menudo bien intencionado, provoca una peligrosa fatiga democrática, fomenta la pasividad, erosiona la responsabilidad individual, desconecta al ciudadano de los resultados y convierte la política en una batalla campal por el control de un poder centralizado. Es necesario entender que la apatía y el cinismo no surgen de la nada, más bien son respuestas lógicas a un sistema que relega al ciudadano al papel de espectador de su propia vida y sus propios problemas

La solución, por tanto, no puede encontrarse en más intervención estatal o en programas diseñados desde arriba para “fomentar la participación”, porque hacerlo es como intentar apagar un fuego con gasolina, sino que debe pasar por una reconsideración fundamental del papel del Estado, donde se reduzca su alcance y se devuelva el poder y responsabilidad a los individuos, las familias y las comunidades locales. En suma, se trata de aplicar el principio de subsidiariedad, a saber: que los problemas se resuelvan al nivel más bajo y cercano al ciudadano posible. Esto no implica necesariamente la aniquilación del Estado, sino su reubicación en lo que algunos consideran su justo y limitado lugar: como garante de la libertad, no como administrador de la vida —aunque los anarcocapitalistas sostendrían que para todo ello habría que eliminar el Estado por completo; pero eso es otro debate que aquí no compete—.

La tarea es monumental, porque requiere un cambio de paradigma tanto en gobernantes como en gobernados. En nuestro caso, los comunes, los civiles, quienes no pertenecemos a la alta jerarquía de la estructura estatal, comprender este asunto nos obliga a hacernos una pregunta incómoda: ¿Hemos delegado en el Estado, probablemente muy grande, nuestras responsabilidades, al punto en el que ahora nos está privando del oxígeno necesario para ser ciudadanos libres y responsables? Es para reflexionar. Por otro lado, y probablemente tocando un punto más profundo, cabe preguntarse: ¿Es posible mantener una Democracia vibrante cuando el Estado absorbe cada vez más facetas de nuestra existencia, dejándonos sin nada propio que construir, defender y amar? La respuesta que demos a esta pregunta definirá la salud de nuestras democracias en el siglo XXI, una salud que, a mi juicio, es paupérrima, pero aún así deja espacio al debate.

El Consejo de Estado de Colombia suspende cautelarmente el decreto de consulta popular de Petro

El Consejo de Estado de Colombia ha tomado este miércoles medidas cautelares y ha suspendido el decreto con el que el presidente guerrillero del país, Gustavo Petro, convocó a una consulta popular sobre la reforma laboral.

La medida, adoptada por la Sección Quinta del organismo, responde a la demanda presentada por el presidente del Senado, Efraín Cepeda, junto a otros once legisladores que piden rechazar el decreto alegando su inconstitucionalidad, puesto que la orden debía contar con el voto favorable de la Cámara Alta.

«Se concluye la exigencia de que, previo a convocar al pueblo una decisión de trascendencia nacional, se requiere concepto favorable del Senado de la República, el cual, en efecto, en este preciso caso no existe», recoge la sentencia de la que se ha hecho eco la emisora W Radio.

En este escenario, Petro ha cuestionado el fallo y ha defendido que no corresponde al Consejo de Estado tomar esta decisión, ya que el decreto fue enviado al Tribunal Constitucional. «Ya la discusión no es jurídica», ha dicho el mandatario, quien ha acusado al Senado de querer «acabar con los derechos recién adquiridos».

Por su parte, el ministro del Interior, Armando Benedetti, ha seguido por esta línea y ha remarcado que «no es el Consejo de Estado el que puede decir si algo es inconstitucional o no», sino el Constitucional.

Si bien, este viernes, se conocerá el texto definitivo de la reforma laboral en Colombia, una vez se concilie lo aprobado en ambas cámaras. El Gobierno estaría dispuesto a dar marcha atrás su decreto en caso de que el resultado sea lo más parecido a lo que se definió en la Cámara de Representantes.

«Aquí lo que interesa es la aprobación de la conciliación de la reforma laboral, una que esperamos sea progresista y respete los derechos de la clase obrera de Colombia», ha enfatizado el ministro del Interior.

Trump tomará la decisión sobre si intervenir militarmente en Irán «en las próximas dos semanas»

La Casa Blanca ha confirmado este jueves que el presidente de EE. UU., Donald Trump, tomará la decisión de intervenir militarmente o no en Irán «en las próximas dos semanas», con el fin de dar margen a que se lleven a cabo negociaciones sobre el programa nuclear iraní.

«Considerando que existe la posibilidad de que se celebren negociaciones sustanciales con Irán en un futuro próximo, tomaré mi decisión sobre si hacerlo o no en las próximas dos semanas», ha indicado Trump, en un mensaje leído por la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, en rueda de prensa.

En este sentido, ha explicado que tiene interés en lograr «una solución diplomática» a todos «los problemas y conflictos globales de este mundo». «Es el presidente de la paz a través de la fuerza. Si hay una oportunidad para la diplomacia, siempre va a apostar por ello, pero no tiene miedo a usar la fuerza también», ha argüido.

Asimismo, la portavoz de la Casa Blanca ha afirmado en rueda de prensa que el acuerdo debe incluir un compromiso por parte de Irán sobre el enriquecimiento de uranio, ya que, como ha dicho en anteriores ocasiones, Teherán no puede tener armas nucleares.

«Irán tiene todo lo que necesita para tener un arma nuclear. Es una decisión que tiene que tomar el líder supremo y solo tomaría un par de semanas terminar la producción de esa arma, lo que plantearía una amenaza existencial no solo a Israel, sino a EE. UU. y al mundo entero», ha aseverado.

Trump aseguró en la víspera que EE. UU. «es el único» capaz de desmantelar el centro de enriquecimiento de uranio de Fordo, en el centro-oeste de Irán. «Pero eso no significa que vaya a hacerlo», indicó en declaraciones a la prensa.

El magnate republicano afirmó el martes que sabe dónde se esconde el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, si bien resaltó que Washington no tiene pensado eliminarlo «por ahora». «Es un blanco fácil», dijo en un mensaje publicado en Truth Social.

Finlandia se retira de la Convención sobre la prohibición de minas antipersona

El Parlamento de Finlandia ha aprobado este jueves la retirada del país de la Convención sobre la prohibición de minas antipersona, conocida como Tratado de Ottawa, según han informado medios locales locales.

En este, un total de 157 diputados votaron a favor de abandonar el tratado, mientras 18 votaron por permanecer en el mismo y 24 diputados no estuvieron presentes en la votación.

Cabe recordar que la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento había apoyado la propuesta del Gobierno de retirarse de dicho acuerdo, evaluando que las minas antipersona son un arma defensiva necesaria para el país en una situación de seguridad debilitada.

De este modo, el país se suma a Polonia, Lituania, Letonia y Estonia, todos miembros de la OTAN, en el marco del incremento de tensiones con Rusia.

La posible intervención de EE. UU. en el conflicto entre Israel e Irán divide la base política de Trump

Una posible intervención de EE. UU. en el conflicto entre Israel e Irán está causando varios problemas dentro del círculo político del presidente Donald Trump, según un antiguo alto cargo del Pentágono, citado por The Washington Post.

«Creo que este es un punto de inflexión para lo que podemos llamar el movimiento ‘Estados Unidos Primero’», dijo el funcionario.

En este sentido, la fuente señala que muchos de los aliados de Trump en el movimiento MAGA, advierten que apoyar a Israel podría ser un paso demasiado lejos. Según el medio, aquellos que realmente invirtieron fuertemente en la elección de Trump y J.D. Vance, estarían extremadamente decepcionados si esto escalara a una guerra más grande.

Aunque Trump ha mantenido su postura de detener el desarrollo nuclear de Irán, también critica las «guerras interminables», lo que le ha ganado apoyo entre votantes que prefieren no gastar recursos en conflictos externos.

«En este momento, les puedo asegurar que el presidente Trump está bajo una enorme presión», declaró Steve Bannon, exasesor principal de Trump, que está entre los que se han manifestado abiertamente en contra de la intervención de Washington en el conflicto.

Sin embargo, el medio asegura que el mandatario no corre el riesgo de perder a la mayoría de sus partidarios si autoriza una guerra con Irán, ya que su influencia entre sus votantes republicanos se ha mantenido sólida durante años.

Según la fuente del periódico, en la coalición de Trump existe una «creciente frustración con Israel», que algunos de sus partidarios temen discutir públicamente por temor a ser acusados ​​de antisemitismo.

Además, los funcionarios de la Casa Blanca son conscientes de los riesgos políticos que conllevaría una guerra. Si bien unas negociaciones exitosas que eviten un enfrentamiento podrían demostrar que Trump es el hábil negociador y pacificador, una intervención militar provocaría un profundo arrepentimiento entre algunos de sus partidarios.

Así, algunos republicanos, como Rand Paul y Marjorie Taylor Greene, insisten en que Trump no fue elegido para ser un presidente en guerra. Asimismo, miembros del Congreso de ambos partidos han presentado medidas para evitar un conflicto con Irán.

El senador demócrata Tim Kaine se mostró optimista de que ahora haya una mayor duda dentro del Partido Republicano sobre la intervención estadounidense en Oriente Medio, a diferencia del primer mandato de Trump, cuando, después de tres meses en el cargo, aumentó el número de tropas en Afganistán y se comprometió a combatir al Estado Islámico en Siria e Irak.

Así, recordó que en enero de 2020, el mandatario ordenó un ataque con drones para matar a Qassem Soleimani, un alto oficial militar iraní, lo que provocó la represalia de Teherán contra las tropas estadounidenses en Irak.

Sin embargo, ahora, un ataque de EE. UU. contra las instalaciones o reservas de enriquecimiento nuclear del país persa tendría consecuencias mucho mayores, consideró.

Medios señalan que EE. UU. se prepara para un potencial ataque a Irán en los próximos días

Altos cargos gubernamentales de EE. UU. han empezado a prepararse para la posibilidad de que Washington lance ataques a Irán en los próximos días, según informa Bloomberg, quien dice citar a fuentes al tanto del asunto.

La situación todavía está evolucionando y podría cambiar, afirmaron los informantes hablando bajo condición de anonimato, mientras que algunos se refirieron a planes potenciales de ataque ya para este fin de semana.

Una de las personas precisó que el liderazgo de un conjunto de agencias federales se prepara para posibles ataques militares, lo que el medio ve como una señal de que Washington está ensamblando infraestructuras para intervenir directamente en el conflicto iraní.

«[Que EE. UU.] esperar unos días antes de atacar da a los líderes iraníes una oportunidad adicional para demostrar a Trump que están dispuestos a renunciar a algunas capacidades de enriquecimiento de uranio con el fin de evitar una ofensiva estadounidense», explica Bloomberg.

Cabe señalar que estos sentimientos en las estructuras gubernamentales de EE. UU. tienen lugar en medio de un cambio de la retórica del presidente Donald Trump hacia un tono bélico sobre Irán, frente a los intercambios diarios de ataques entre la República Islámica e Israel, aliado principal del país norteamericano en Oriente Medio.

Así, el mandatario no ha excluido una solución militar al problema iraní, e insiste en la «rendición incondicional» del país persa, amenazando con hacerse con el control total de sus cielos y diciendo saber dónde «se esconde» el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí.

Por su parte, The Wall Street Journal informa, también citando a fuentes familiarizadas con el asunto, que el presidente Trump aprobó la noche del martes unos planes de ataque contra Irán, pero evitó dar la orden definitiva para esperar que Teherán abandone su programa nuclear.

De acuerdo al medio, el jefe de la Casa Blanca está considerando múltiples opciones, incluido un ataque contra Irán, siendo un reporte con el que también coincidió el medio Axios.

Argentina aprueba un régimen especial para que civiles puedan comprar armas semiautomáticas y de asalto

El Gobierno de la Argentina aprobó este miércoles un «régimen de autorización especial» con el cual la población civil puede comprar armas semiautomáticas y de asalto, abriendo paso así al libre porte de armas.

A través de un decreto publicado en el boletín oficial, el presidente libertario argentino, Javier Milei, dispuso que la Agencia Nacional de Materiales Controlados (Anmac) tenga a su cargo «la aplicación del régimen de control especial».

Ahora la Anmac puede consentir que «legítimos usuarios» adquieran «armas semiautomáticas, alimentadas con cargadores de quita y pon símil fusiles, carabinas o sub-ametralladoras de asalto derivadas de armas de uso militar de calibre superior al 22».

«Los referidos legítimos usuarios deberán acreditar probados usos deportivos y las demás condiciones objetivas que al efecto establezca la Anmac», se lee en el documento.

De esta forma, el Ejecutivo de Milei derogó el artículo 1.° del Decreto N.° 64 del 17 de enero de 1995, con el cual se restringió entonces al ámbito militar la compra y uso de ese tipo de armamento.

Cabe recordar que Milei defendió la libre tenencia de armas cuando era un diputado en mayo de 2022. «Aquellos Estados que tienen libre portación de armas, le guste o no le guste a la progresía, tienen muchos menos delitos [que] donde vos tenés obligados a estar indefensos a los honestos», dijo al canal local Todo Noticias.

Asesinaron a madre venezolana frente a sus hijas en Chile por escuchar música a todo volumen

Caracas. – Una madre venezolana, Yaidy Garnica Carvalino, de 46 años de edad, fue asesinada frente a sus hijas de un tiro por sus vecinos chilenos, debido a que escuchaba música en su casa a alto volumen el pasado Día del Padre.

El hecho ocurrió en la comuna de Cerro Navia, en Santiago de Chile, donde la familia se encontraba escuchando música en su casa cuando comenzaron a recibir gritos e insultos por parte de vecinos.

«¡Vayan a escuchar música a su país, venezolanas, culias!», fue una de las expresiones que marcaron el inicio de un violento episodio. Aunque Yaidy accedió a bajar el volumen para evitar conflictos, los ánimos no se calmaron. Al contrario, los vecinos persistieron en la confrontación.

En un video se puede apreciar cuando primero la golpean entre varias personas y, posteriormente, un hombre llega con una escopeta y mata a la madre de un tiro. Según testigos del sector, la familia era la única de origen venezolano en esa zona.

Al inicio de las hostilidades, se formó una turba frente a la casa de Carvalino, y esta les hizo frente, pero para intentar calmarlos, pero estos decidieron agredirla. En medio del caos, uno de los hombres involucrados advirtió que iba a buscar un arma para matarla. Pocos minutos después, regresó con una escopeta y le disparó directamente a Yaidy.

Luego, los mismos agresores pincharon los neumáticos del vehículo familiar para impedir que escaparan o pudieran trasladarla de urgencia a un centro de salud. La agresión fue tan repentina y violenta que, pese a los intentos por auxiliarla, Garnica falleció en el lugar, frente a sus hijas.

Por ello, el caso está siendo investigado como un posible crimen de odio, y las autoridades policiales de esa zona ya iniciaron las averiguaciones pertinentes.

La hermana de Rubby Pérez se apena porque «fue Maduro quien le dio la nacionalidad» al artista

Caracas. – Lidia Pérez, hermana del fallecido cantante dominicano Rubby Pérez, lamentó que fuera el narcorégimen de Nicolás Maduro quien le otorgara la nacionalidad venezolana postmorten, ya que —según atestiguó— el artista rechazaba al chavismo y todas sus acciones.

En declaraciones a varios medios, especialmente a algunos canales vinculados a la tiranía chavista, la dama explicó: «Rubby Pérez amó a Venezuela. Que le otorgaran la nacionalidad desde el presidente Carlos Andrés Pérez, él tenía ese interés, pero debo aquí aprovechar [para decir]: qué pena que fue Maduro que se la dio porque él no compartía ese régimen y todo lo que estaba ocurriendo».

Cabe recordar que Pérez, fallecido el 8 de abril en la tragedia de la discoteca Jet Set, recibió de manera póstuma la nacionalidad venezolana durante la visita que hizo su hija Zulinka Pérez, quien también fue declarada hija de Venezuela con la cédula de identidad de ese país, al despacho del presidente Nicolás Maduro.

Aunque Zulinka agradeció a Maduro el reconocimiento en nombre de sus hermanos, Lidia Pérez confirmó que el merenguero en realidad no quería al narcorégimen genocida, y ratificó que a su hermano no le hubiese gustado recibir la nacionalidad de manos de Maduro.

Tribunal ordenó privativa de libertad y pase a juicio de la periodista Nakary Ramos

Caracas. – Privativa de libertad y pase a juicio en contra de la periodista Nakary Mena Ramos, es lo que ha ordenado este pasado martes el Tribunal 1° de Control del Área Metropolitana de Caracas.

Ramos, reportera del medio digital Impacto Venezuela, se encuentra injustamente encarcelada desde hace dos meses junto a su esposo por la publicación de un trabajo audiovisual sobre el incremento de la delincuencia en Caracas.

La denuncia fue dada a conocer por la ONG Espacio Público a través de sus redes sociales, notificando en una publicación que la comunicadora social deberá iniciar su proceso de juicio en prisión, y que actualmente se encuentra en el INOF.

Cabe recordar que la periodista, de 28 años y madre de una niña de cinco años, fue detenida el 8 de abril junto a su esposo, Gianni González, luego de publicar un trabajo periodístico en videos que abordaba denuncias ciudadanas sobre inseguridad en Caracas.

Por ello, fue acusada —sin ninguna evidencia— de los presuntos cargos de terrorismo, incitación al odio y alteración del orden público.