Oriana Aranguren estudia Ciencias Fiscales, mención Aduanas y Comercio Exterior, y es cofundadora del capítulo Ladies of liberty Alliance (LOLA) Caracas, desde donde se promueve el liderazgo femenino en el movimiento libertario. También, es coordinadora local de EsLibertad Venezuela.
«Un mundo más libre para todos por igual requiere la plena participación de todas las mentes capaces, lo cual incluye a las mujeres, que no solo pueden ser sujetos de libertad, sino sus arquitectas y sus guardianas«
Oriana Aranguren
El pensamiento político liberal, que podemos decir que, a pesar de la diferencia en su espectro político, todos convergen en mayor o menor medida en hacer énfasis en la libertad individual, los derechos naturales, el gobierno limitado y el libre mercado, ha sido una de las fuerzas motrices más transformadoras de la modernidad. Desde sus inicios, ha desafiado el poder concentrado, arbitrario, y ha abogado por una sociedad donde cada persona tenga la autonomía para perseguir su propia felicidad y desarrollar su potencial.
Sin embargo, hasta el momento, sean por las razones que sean, la narrativa histórica de esta tradición intelectual a menudo ha relegado a un segundo plano, o incluso omitido, las cruciales contribuciones de las mujeres. En vista de ello, en este artículo me propongo reivindicar esa “raíz violeta” de la libertad, explorando el aporte, grande o pequeño, de mujeres intelectuales al pensamiento liberal y libertario, y extendiendo una invitación a las mujeres de hoy a sumergirse en la intelectualidad en búsqueda de un mundo más libre para todos.
Para empezar, es innegable que los cimientos del liberalismo fueron predominantemente establecidos por figuras masculinas como John Locke, Adam Smith, Montesquieu, Frédéric Bastiat, o más recientemente Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, que deriva en muchos otros pensadores más contemporáneos, como Robert Nozick, Murray Rothbard, Jesús Huerta de Soto, entre muchos otros, más o menos radicales, unos tendiendo más al anarquismo, otros al liberalismo clásico, otros al minarquismo. Sus ideas sobre el consentimiento de los gobernados, la separación de poderes, la mano invisible del mercado, la importancia de la libertad de expresión, el orden espontáneo —o extenso—, la acción humana, la empresarialidad innata en el ser humano, entre otros aportes, siguen siendo pilares del pensamiento liberal y libertario.
No obstante, sería un craso error asumir que el desarrollo y la profundización de estos principios fueron un monólogo masculino. Mujeres pensadoras, a menudo enfrentando barreras sociales y académicas significativas, no solo abrazaron estos ideales, sino que los expandieron, los criticaron constructivamente y los aplicaron a realidades que sus contemporáneos masculinos frecuentemente ignoraban, algunas especialmente en lo referente a la condición femenina. Podemos mencionar a algunas de ellas:
Mary Wollstonecraft, la escandalosa
Una de las primeras y más influyentes voces fue Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa inglesa. En su obra seminal Vindicación de los derechos de la mujer (1792), Wollstonecraft aplicó de manera rigurosa los principios liberales de la razón y los derechos individuales a la situación de las mujeres, argumentando con vehemencia que la aparente inferioridad intelectual de las mujeres no era inherente, sino producto de una educación deficiente y de una sociedad que las confinaba al ámbito doméstico —era contingente—. Para Wollstonecraft, la libertad individual y la autonomía moral eran imposibles sin el acceso a la educación y la participación en la vida pública, lo que la llevó a demandar una igualdad en la educación y el reconocimiento de la capacidad racional de las mujeres, marcando un hito en la historia del pensamiento del feminismo liberal. Marcada por la época, sostenía que para que la libertad fuera verdaderamente universal, debía incluir a esa mitad de la humanidad, muchas veces relegada a las labores domésticas.
De hecho, Wollstonecraft se caracterizó por defender un orden social fundamentado en la razón —algo que se replicaría más tarde con Ayn Rand, de quien hablaremos un poco más adelante—. Si bien es cierto que muchas veces la pensadora es conocida por —aparentemente— una vida alborotada, eso no resta importancia a su lucha por la libertad, especialmente por la de las mujeres[1] y los mismos derechos de los hombres[2]. También, y a modo de dato curioso, destaca que, a pesar de ser mujer del siglo XVIII, fue capaz de establecerse como escritora profesional e independiente en Londres, algo inusual para la época, aunque murió temprano, a los 38 años de edad.
La controvertida Harriet Taylor Mill
Avanzando en el tiempo, encontramos figuras como Harriet Taylor Mill, filósofa inglesa, quien, aunque a menudo eclipsada por su esposo John Stuart Mill, fue una colaboradora intelectual crucial en obras tan importantes como “Sobre la libertad” y autora de “La emancipación de la mujer”, consolidándola como una defensora de los derechos de las mujeres. El mismo John Stuart Mill reconoció la gran influencia de su esposa en su pensamiento, en particular en sus ideas feministas. Taylor Mill defendió con pasión la igualdad absoluta ante la ley entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos: político, legal, social y doméstico. Si bien es cierto que su pensamiento radicalizó, al punto en el que pareciera tender al socialismo, no elimina sus aportes en la consistencia de la concepción de la libertad que tenía su esposo sobre la individualidad y la libertad, argumentando que la negación de la libertad a las mujeres no solo era una injusticia para ellas, sino una pérdida para toda la sociedad, que se privaba así del talento y la contribución de la mitad de sus miembros. De alguna manera, su visión sobre la libertad y la igualdad se extendió a la crítica de las convenciones sociales que coartaban la libertad individual, abogando por una reestructuración profunda de las relaciones entre hombre y mujer.
Ayn Rand y el objetivismo
Llegado el siglo XX, la tradición liberal y, más específicamente, la libertaria, se vio enriquecida por pensadoras de la talla de Ayn Rand, quien, aunque controvertida, no se puede negar la gran influencia que ejerció en el movimiento libertario. Sin duda alguna, es la más conocida de todas, y no podía faltar en esta lista. A través de sus novelas[3] y ensayos[4], Rand desarrolló una filosofía objetivista que colocaba la razón individual, el egoísmo racional y el capitalismo laissez-faire en el centro de su sistema filosófico, conocido como: “objetivismo”.
Con su personalidad característica, Rand defendió la santidad del individuo frente al colectivismo y el estatismo, argumentando que el único sistema social moral es aquel que protege los derechos individuales, especialmente el derecho a la propiedad y a la búsqueda de la propia felicidad sin coerción, al punto en el que su defensa de la libertad individual y su crítica al poder estatal resuenan profundamente en el pensamiento libertario contemporáneo. Rand dejó plasmado en todas sus obras un contundente mensaje, a saber: que la mente individual es la herramienta fundamental de supervivencia y progreso, y que cualquier intento de subyugarla en nombre de un supuesto bien común era moralmente reprobable.
Rose Wilder Lane y su férrea defensa por la libertad individual y sus argumentos contra el racismo
Otra figura destacada, aunque quizás menos conocida popularmente, pero de gran influencia en círculos académicos libertarios, es Rose Wilder Lane. Hija de la famosa autora Laura Ingalls Wilder, Lane fue una periodista y escritora política que evolucionó hacia una defensa acérrima del individualismo y el antiestatismo. En obras como The Discovery of Freedom (1943), Lane argumentó que la historia de la humanidad es una lucha constante por la libertad individual contra la autoridad coercitiva, que busca someter la voluntad de muchos a los designios caprichosos de unos pocos. Enmarcada en su pensamiento, contemporánea con Ayn Rand, dio suma importancia de la energía individual, la creatividad y la cooperación voluntaria como motores del progreso social y económico, contrastándolos con la ineficiencia y la opresión inherentes al control gubernamental, sentándose así de este modo como una de las fundadoras del movimiento libertario estadounidense.
Cabe señalar que Rose Wilder Lane, aunque carecía de estudios formales, leyó con mucho entusiasmo y aprendió por sí misma varios idiomas, y más tarde empezaría una carrera como escritora (1908). Tiempo después, en los albores de la entrada de EE. UU. a la Primera Guerra Mundial, acepta una oferta de trabajo como asistente de redacción del personal del San Francisco Bulletin, donde rápidamente demostraría su capacidad para escribir y corregir lo que hacían otros autores, consiguiendo que su foto y firma circularan en el diario del mismo medio. Es en este periodo donde produce varias novelas, trabajos periodísticos y relatos sobre temas varios. Para 2918 consigue consolidarse como una escritora independiente, siendo nominados algunos de sus cuentos para los Premios O. Henry y volviéndose top Sellers otros tantos. Ya para finales de los años 20, Lane tenía la reputación de ser una de las escritoras mujeres mejor pagadas de EE. UU.
Sin embargo, sería en la década de los 40 hablaría más sobre su visión de la sociedad, destacando su columna semanal para The Pittsburgh Courier —el diario afroamericano más leído en el momento— (1942-1945). Desde ese momento, habló abiertamente sobre su perspectiva laissez-faire a todos sus lectores, resaltando su defensa a la libertad, sobre todo en contra del racismo[5]. En sus palabras, las categorías de razas eran ridículas, y demandaba a todos los estadounidenses a abandonar “la raza” y defender la libertad individual, aprovechando cada oportunidad que tuvo para arremeter contra las ideas del New Deal promovido por el presidente Franklin D. Roosevelt, por considerarlas colectivistas y un virus que envenenaba la mente de los jóvenes[6].
Deirdre McCloskey y su trilogía sobre las virtudes burguesas
Más recientemente, pensadoras como Deirdre McCloskey, historiadora económica y crítica social, han realizado contribuciones significativas al entendimiento liberal del progreso y la prosperidad. En su trilogía sobre la “Era Burguesa”, McCloskey ha argumentado que el gran enriquecimiento de los últimos siglos no se debió principalmente a factores materiales como el capital o las instituciones, sino a un cambio en las ideas y la ética, a saber: la creciente aceptación y valoración de las virtudes burguesas como la innovación, el comercio, la prudencia y la búsqueda del beneficio. En su obra, subraya la importancia de la libertad de ideas, la persuasión y el respeto por la dignidad individual como fundamentos de una sociedad próspera y dinámica. No conforme con esto, McCloskey también ha sido una defensora de la libertad de mercado desde una perspectiva ética, enfatizando cómo los intercambios voluntarios benefician a todas las partes y fomentan la cooperación.
Por mujeres más intelectuales
Todas estas mujeres, entre muchas otras —pensemos en Madame de Staël y su defensa de las libertades individuales frente al despotismo napoleónico; o en Suzanne La Follette y su temprano análisis libertario del feminismo en Concerning Women (1926) y su total rechazo al comunismo—, no solo adoptaron los principios liberales, sino que los desafiaron, los refinaron y los aplicaron de maneras novedosas y cruciales, demostrando, así, que la lucha por la libertad individual es inseparable de la lucha por la igualdad ante la ley, independientemente del sexo, raza o religión, y que una comprensión profunda de la libertad requiere examinar cómo las estructuras de poder, indepentientemende de sus ámbitos o campos, la limitan.
En este marco, habiendo nombrado los aportes de algunas pensadoras con más o menos relevancia, solo cabe decir que su legado es un llamado a la acción. En un mundo que todavía enfrenta numerosas amenazas a la libertad individual, desde el resurgimiento de autoritarismos hasta la expansión insidiosa del control estatal y la persistencia de desigualdades estructurales que son auspiciadas por la intervención estatal, la necesidad de pensamiento crítico y profundo es más urgente que nunca.
Cabe señalar que el pensamiento liberal y libertario ofrece un marco robusto para analizar estos desafíos y proponer soluciones que pongan al individuo en el centro, pero no todas las preguntas tienen respuestas; aún quedan espacios vacíos en donde los nuevos intelectuales, incluyendo las mujeres, pueden aportar un grano de arena para el avance teórico del mismo, para una mejor defensa de la libertad.
La invitación, entonces, se extiende con especial énfasis a las mujeres de hoy. La historia nos muestra que su participación en la arena intelectual no es un mero complemento, sino una fuerza esencial para el avance de la libertad. Dedicarse a la intelectualidad, al pensamiento profundo, a la investigación rigurosa y al debate valiente no es una tarea reservada a unos pocos, ni mucho menos a un solo género, sino que requiere curiosidad, disciplina, coraje para cuestionar lo establecido y, sobre todo, una pasión por la verdad y la libertad.
Al sumergirse en el estudio de la filosofía política, la economía, la historia y las ciencias sociales desde una perspectiva liberal y/o libertaria, las mujeres pueden no solo enriquecer estas tradiciones con sus propias experiencias y perspectivas, sino también desarrollar las herramientas para defender eficazmente sus propias libertades y las de los demás, pueden identificar y desafiar las formas sutiles y no tan sutiles en que la libertad es coartada, ya sea por la intervención gubernamental excesiva, por prejuicios sociales arraigados o por la intolerancia cultural.
Un mundo más libre para todos por igual requiere la plena participación de todas las mentes capaces, lo cual incluye a las mujeres, que no solo pueden ser sujetos de libertad, sino sus arquitectas y sus guardianas. Si bien el camino de la intelectualidad es arduo, sus frutos —la claridad de pensamiento, la capacidad de persuasión, la formulación de soluciones innovadoras y, en última instancia, la expansión de la libertad humana— son inconmensurables. Hoy, tenemos la oportunidad de seguir el ejemplo de Wollstonecraft, Taylor Mill, Rand, Lane, McCloskey y tantas otras. Más que la oportunidad, tenemos la responsabilidad de tomar el relevo y seguir arraigando esas raíces violetas del árbol del pensamiento liberal. La invitación está hecha: el mundo necesita nuestras ideas, nuestras voces, y nuestro inquebrantable compromiso con un futuro donde cada individuo, sin excepción, pueda florecer en libertad.
[1] Su trabajo más conocido es: “Vindicación de los derechos de la mujer”.
[2] Tan solo ver la carta: “Vindicación de los derechos del hombre”, enviada a Edmund Burke, en respuesta a sus reflexiones sobre la revolución francesa. Allí, Wollstonecraft ataca las premisas de Burke en defensa de la monarquía constitucional, la aristocracia y la iglesia, para hacer una defensa del republicanismo. Es, de hecho, en esta obra en la que se encuentran las ideas fundamentales para el texto que escribiría después en defensa de los derechos de la mujer: “Vindicación de los derechos de la mujer”.
[3] El manantial; La Rebelión de Atlas; Los que vivimos; Himno.
[4] Como los recogidos en la obra: “La virtud del egoísmo”.
[5] De hecho, sus columnas resaltaron las historias exitosas de los negros para así demostrar temas más amplios sobre emprendimiento, libertad y creatividad.
Somos un programa y medio de opinión, análisis y entrevistas, enfocado en las ideas de la derecha y en dar ventana a los jóvenes con una visión innovadora sobre la economía y política de países como Estados Unidos y Venezuela.
John R. De la Vega, P.A.
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John De la Vega es un abogado venezolano-americano que ha ayudado mucho a la comunidad venezolana e hispana en sus procesos migratorios en los Estados Unidos.
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